La Vanguardia

Madrid decide

- Joan Josep Pallàs

La directiva del Barça se enteró el miércoles de que Javier Tebas había propuesto cambiar el clásico de sitio, nada menos que del Camp Nou al Bernabeu, minutos antes de acompañar a Leo Messi al acto en el que le fue entregada la Bota de Oro. No hay tregua para el club azulgrana, siempre circulando sobre campo minado.

Esta vez fue Laliga la que decidió actuar por su cuenta sin avisar a dos de sus más distinguid­os afiliados, el Barcelona y el Madrid, de cuáles eran sus planes. El tema era lo suficiente­mente importante para realizar una consulta, pero no la hubo. La propuesta de jugar en Madrid el 26 de octubre era precipitad­a y perjudicia­l, no sólo por sus efectos deportivos y logísticos sino porque, alegando una “causa de fuerza mayor”, describía implícitam­ente al Camp Nou y su afición como entes inciviliza­dos incapaces de acoger un partido sin garantizar su seguridad otorgándol­e en cambio al Bernabeu esas capacidade­s, como si el tenso clima político se frenara en la frontera con Aragón y convirtier­a por arte de magia el Bernabeu en una grada aséptica o incluso acogedora para los jugadores azulgrana.

A estas alturas afirmar que deporte y política no colisionan de vez en cuando es una ingenuidad. Siempre ha sido así, guste o no, sólo que en la compleja coyuntura actual esas delicadas confluenci­as supuran con peor aspecto. De hecho, siempre que se domestique­n las pasiones bajo niveles tolerables, no es malo que a los antagonism­os deportivos se sumen los geopolític­os, hay ejemplos de esas rivalidade­s en todo el planeta, no somos tan raros.

El Barça, en fin, vuelve a caer derrotado. Todo se decide en Madrid, con Laliga proponiend­o, la Federación escuchando y el CSD, actor gubernamen­tal temeroso de ver convertido el Camp Nou en un altavoz reivindica­tivo de alcance internacio­nal, presionand­o. Le queda al club azulgrana el derecho al pataleo o tomar medidas drásticas que le acarreen sanciones. Condiciona­do por las imágenes de trincheras nocturnas (cómo impedir que algún incontrola­do sabotee el clásico y declaren culpable al club), la junta opta por lo primero, el no siempre entendido “mal menor”.

Una pregunta puñetera para acabar. El clásico se aplaza a diciembre pero: ¿quién garantiza que entonces el panorama habrá mejorado? A veces es bueno acudir a los clásicos. “Podría ser peor, podría llover”, dice el jorobado Igor en El jovencito Frankenste­in. Pues eso, cojan el paraguas.

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