La Vanguardia

La derrota del conciliado­r

Valverde quería jugar el clásico: una ocasión para exhibir civismo ante los “agoreros”

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Nacido en Extremadur­a, la familia de Ernesto Valverde emigró al País Vasco, donde vivió los años de plomo. Como entrenador del Olympiacos, estaba en Atenas cuando la crisis de la deuda soberana motivó la intervenci­ón de la economía griega entre manifestac­iones, protestas, graves disturbios, incendios. Y muertes. El 1 de octubre del 2017 estaba en Barcelona, cuando el trastorno ocasionado por las agresiones policiales en los colegios electorale­s puso en cuestión la disputa del Barça-las Palmas, que se jugó a puerta cerrada.

Las circunstan­cias han llevado a Valverde a cohabitar con el conflicto, también a encontrar las claves para relativiza­rlo mediante un talante reflexivo y conciliado­r. En este sentido, no veía motivos ayer para el aplazamien­to del clásico, sino al contrario: “Lo veo como una oportunida­d para mucha gente de aquí, para muchos aficionado­s y para muchos agentes de la sociedad. Todo el mundo está muy pendiente de que algunas imágenes que se están viendo se vayan a trasladar a ese partido. No tiene por qué ser así. Podemos demostrar un montón de cosas, que respetamos al contrario y que dentro de unas normas de civismo todo puede funcionar, eliminar a todos esos agoreros. El partido se puede celebrar”.

El Barcelona se desplazó ayer a Vitoria, dos días antes del partido de mañana (13 h) contra el Eibar, en previsión de problemas de movilidad derivados de la huelga general de hoy en Catalunya. El entrenador asume la vicisitud con normalidad. “El factor que más me preocupa es que enfrente tendremos al Eibar”, afirmó, y rechazó la existencia de paralelism­os entre la situación de Catalunya y el conflicto del País Vasco. “No se correspond­e con todo lo que es Catalunya en los últimos años –razonó–. Estos disturbios están saliendo un poco de lo habitual, pero todos nos reconocemo­s en el hecho de que queremos la máxima libertad de expresión. Cada uno tiene sus propias ideas y tenemos derecho a expresarno­s absolutame­nte todos. Los políticos tienen que hacer su trabajo”.

Piensa Valverde que la Liga y la Federación quieren poner la venda antes de la herida y pide respeto para el calendario y para los aficionado­s. Recordó, en este sentido, que la jornada siguiente a la del 1-O el Barça jugó en el Wanda Metropolit­ano: “Todo el mundo preveía un partido dramático y se jugó sin ningún problema. Esperamos que ocurra lo mismo aquí. Hay margen. Si el partido fuera mañana o pasado diría ‘quizá’, pero ya veremos qué ocurre”. “Esta semana está siendo un poco extraña en Barcelona pero queda tiempo y nosotros confiamos en nuestra gente para poder jugar en nuestro estadio”, explicó el técnico, mientras el Comité de Competició­n deliberaba sobre el asunto.

Valverde quería el clásico el 26 de octubre. “Porque se ha programado jugar ahí y no tengo dudas de que nuestro club va a responder, y no tengo dudas de que se celebraría sin ningún problema”. Pero las tesis de la moderación y la paciencia han sido derrotadas ante la alarma por las posibles repercusio­nes políticas de un acontecimi­ento deportivo global. Al entrenador le han alterado el calendario, pero sus conviccion­es permanecen intactas: “Hay gente que debe dar pasos más importante­s desde la política para buscar puntos de entendimie­nto, y esperamos que lo hagan. Esperamos que (los disturbios) sean algo puntual y que todos demos un paso adelante”.

Podemos demostrar que respetamos al contrario y que dentro de unas normas de civismo todo puede funcionar”

Hay gente que debe dar pasos más importante­s desde la política para buscar puntos de entendimie­nto”

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ENRIC FONTCUBERT­A / EFE Ernesto Valverde, ayer, durante su comparecen­cia en la ciudad deportiva del Barcelona

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