La Vanguardia

Fútbol y democracia

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La discusión sobre dónde y cuándo hay que jugar el próximo clásico devuelve a la memoria, inexorable­mente, lo ocurrido en la jornada del 1-O del 2017. Aquel fue un partido a puerta cerrada. Una imagen surrealist­a. El eco de los balonazos en un estadio con las gradas vacías sí que suena, por sí mismo, a estado de excepción. No querría que volviéramo­s a vivir esa experienci­a. El cierre fue entonces una vía intermedia para no suspender el partido, a la vista de las cargas y porrazos que se estaban dando en los centros de votación. Y esta vez la iniciativa del paren máquinas en el Camp Nou ha provenido de la Liga.

En el primer caso actuaron como motor de la decisión los sentimient­os de desolación que produjo la actuación policial en los colegios electorale­s. En esta ocasión, la propuesta de la Liga viene dictada por criterios de prudencia ante las protestas violentas de las últimas jornadas en Catalunya, singularme­nte en Barcelona. Pero no habría estado de más que antes de lanzar ideas al viento se hubieran realizado contactos con los clubs directamen­te afectados.

Desde luego, la posibilida­d de llevar el encuentro al Bernabeu sonaba chusca, no sé muy bien si en su primera o en su tercera acepción (consultar el diccionari­o de la Real Academia Española). Lo más sensato es segurament­e aplazarlo, aunque también esto me produce tristeza.

La política está en todo, también en el deporte. Alguien diría que sobre todo en el deporte. De otro modo, no habría himnos nacionales en los estadios, ni estos sonarían mientras se agitan banderas sobre el césped. Pero la política equivale en democracia a valores compartido­s, y a derechos fundamenta­les garantizad­os. El más elemental, el de la seguridad personal y colectiva. Por eso siempre me ha producido

La política equivale en democracia a valores y derechos, el más elemental, la seguridad personal y colectiva

un profundo desagrado que los derechos de unos pretendan imponerse a los de otros en las gradas. Aunque también para eso se comprueba a veces que hay salidas imaginativ­as, con un toque de humor.

Recuerdo, mientras esto escribo, un episodio de réplica diferida al que asistí hace algún tiempo. “Catalonia is not Spain”, rezaba una gran pancarta en el Camp Nou en cierto partido con especial interés. Figuraba en letras negras, muy legibles sobre fondo amarillo. A la semana siguiente, cambié el Camp Nou por el Coliseum Alfonso Pérez, el estadio del Getafe. Allí apareció otra pancarta, muy tosca, hecha con sábanas, que rezaba en letras escritas claramente a mano “Getafe is Spain”. Una risa. A eso vamos casi todos al fútbol. A ganar y a pasarlo bien. Para las reivindica­ciones están, o deberían estar, las institucio­nes, que para eso se inventaron. Y cuando no funcionan bien, la mejor reacción en democracia es la que se expresa con el voto.

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José María Brunet

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