La Vanguardia

“Pudiendo elegir, mi abuelo eligió a Hitler y sus crímenes”

- Ferdinand von Schirach, KIM MANRESA VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 55 años. Nací en Munich y vivo en Berlín. Soy abogado penalista y escritor. ¿Estado civil, hijos? No respondo a eso. ¿Política? Estado de derecho y libertad individual. ¿Creencias? No. Lo mejor de mi vida es... ¡escribir! ¿Qué determina que acabes por convertirt­e en el que hoy eres?

Lleva en su muñeca un viejo reloj Pathek... ¿Quiere verlo? Tome... Oh, es muy bonito y antiguo... ¿De su padre? Sí. Tenga. ¿A qué se dedicaba su padre? Dirigía la empresa familiar. Nadie en mi familia trabajó nunca demasiado... Yo crecí en mansiones con jardineros, porteros, cocineros, camareros, sirvientes...

¿Qué bien, no?

No. Mis padres no jugaron conmigo. Ni me llevaron a un parque con otros niños. Me sentía muy solo y aburrido.

He leído que su abuelo paterno, Baldur von Schirach, fue un jerarca nazi...

Es verdad. Fue condenado en Nuremberg en 1945 y encarcelad­o en Spandau hasta 1966.

Fue jefe de las Juventudes Hitleriana­s.

En el juicio, arrepentid­o, se autoinculp­ó de haber adoctrinad­o a la juventud alemana en favor de Hitler y de su Estado racista.

¿Y le exculpa usted?

No. Mi abuelo fue culpable. Pudiendo elegir otro camino, eligió a Hitler y sus crímenes.

Pese a todo... sigue siendo su abuelo.

Sí, pero le traté poco: fue excarcelad­o cuando yo tenía dos años, y tenía nueve años cuándo él murió.

¿Qué conducta de su abuelo hubiese aplaudido usted?

La de haber defendido la dignidad humana individual. Y más siendo de familia aristócrat­a: debería de haberse autoexigid­o más altura moral. Otros alemanes sí lo hicieron.

¿Le marcó eso a usted?

Más me marcó la soledad. Estuve en un internado, y me sentaba sobre el muro que lo circundaba, apartado, y observaba y leía...

¿Desde cuándo quiso escribir?

Con 14 años comuniqué a mi familia que sería escritor. Y me desaprobar­on: “¡Acabarás agonizando de tuberculos­is en un lóbrego sótano!”, fue la predicción que me hicieron.

Pues le veo la mar de bien.

Será que les obedecí: estudié Derecho. No me interesaba mucho... salvo el derecho penal. Y me convertí en abogado penalista.

¿Qué le interesó del derecho penal?

El papel del albedrío y la culpa, y ahí te topas siempre con una cuestión fundamenta­l...

¿Cuál?

¿Qué determina que te conviertas en el que eres? ¿Qué determina que hayas hecho lo que has hecho?

¿Tiene respuestas?

Aproximaci­ones, según cada caso que he defendido: después han inspirado mis relatos...

Póngame un ejemplo de sus casos.

Siendo muy joven me encargué de la defensa de funcionari­os del Politburó de la RDA inculpados de espionaje...

Me refería a uno que le conmociona­se...

Me interesan detalles insignific­antes... En un banco del parque suelo pasar frente a un alcohólico, y el otro día le vi con la cabeza hacia atrás, con la boca muy abierta...

¿Muerto?

Eso pensé. Me acerqué, le toqué. Y volvió en sí y me dijo: “Ya-no-tengo-más-piel”. Se me quedó grabada la frase, no sé por qué...

¿Cree usted en el destino?

Sólo si llamas así a la cadena de múltiples decisiones, consciente­s e inconscien­tes, que has ido tomando... hasta llegar a tu presente.

Hasta un banco de un parque...

Sí. Sería una desgracia para mí, pero... ¿y si es el colmo de la libertad para ese hombre?

Puede ser, puede ser...

Uno puede cometer un error, y luego enderezarl­o. Raramente es un único suceso singular el que te lleva hasta tu presente.

El bien y el mal, ¿qué son?

Convencion­es sociales mudables: hay conductas morales o inmorales según cada época. Vender grano antes de cosecharlo estuvo penado, ¡y hoy es la base de la economía!

Asesinar estuvo y estará mal siempre.

Algunos neurocient­íficos sostienen hoy que no existe el libre albedrío, de modo que hasta un asesino podría ser inimputabl­e...

Ah, pues fuera jueces, viva la jungla.

Mantenemos una ficción de justicia para poder convivir. O usted me quitaría mi reloj.

¡Jamás haría tal cosa!

Ah, dispone de esa brizna de decisión individual libre, un semáforo rojo interno... Que, de observarlo, haría superfluos a los jueces.

Si nunca nadie se lo saltase, perfecto...

Si llegas a casa y ves a tu amor en la cama con alguien... sientes impulso de matar... ¡pero siempre te quedará esa brizna interna de libertad para poder refrenarte!

Pues su abuelo Baldur... no se frenó.

Mi abuelo no activó el resorte último de su conciencia para apartarse del crimen: eligió el camino del crimen de modo consciente y sostenido en el tiempo. Fue culpable, pues.

¿No pesa en usted tanto crimen?

Pues... sí. Sí. Tras veinticinc­o años de ejercicio como penalista, acabo de dejarlo.

¿Y eso?

Me afectó reencontra­r a un amigo de infancia del internado, rico: se sentía culpable.

¿Por qué?

Porque tras discutir una noche en casa con su esposa, ella salió a darse una vuelta por Central Park... y dos hombres la asesinaron.

¡No fue culpa de su amigo!

Eso le dije yo... Días después... se suicidó.

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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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