Piden empatía... ¿la tienen ellos?
Gracias a estos siete años de procés, muchos catalanes hemos desarrollado un sexto sentido: anticipar las respuestas del mundo independentista ante cada torpeza que comete.
–¿Por qué el centro de Barcelona arde estas noches? a) Es la noche de San Juan. b) Han alimentado y frustrado con quimeras a los antisistema.
c) España ha infiltrado radicales en Barcelona, Lleida, Girona... Muy fácil, la c.
–¿Por qué si son pacíficos torrefactan el paseo de Gràcia? a) Recrean Hong Kong. b) Si estuviesen libres los dirigentes condenados, lo frenarían.
b) Da igual cargarse la industria turística y la marca Barcelona.
La capacidad del movimiento independentista para canalizar los hechos y darles la vuelta es asombrosa. Yo no sé si son las redes, el fervor o las ganas de seguir la fiesta porque si incluso lo que sucede estas noches en Barcelona es culpa de otros o no va con ellos, lo de dialogar va a costar. ¿Cómo se dialoga con un
Govern arrogante que no admite sus errores flagrantes y anuncia ayer que va a repetirlos?
Los incendios, los destrozos y la indiferencia –incluso desprecio– ante quienes sufren estos días las consecuencias de su libertad de manifestación y protesta son muy elocuentes. Se supone que en España no hay libertad de expresión, ni de protesta ni de manifestación...
Un movimiento que se reviste de elevada categoría moral y reparte carnets de catalán, demócrata o ciudadano ejemplar debería reconocer el mérito cívico, pacífico y democrático de los conciudadanos que sufrimos las consecuencias de su derecho a manifestarse y en versión barra libre: cortar autopistas, cerrar aulas, invadir arterias a discreción, quemar contenedores, cargarse el turismo, etcétera. ¡Incluso los camioneros españoles –con fama de nobles y algo brutos– han acatado las barricadas aleatorias!
Nos piden empatía con los condenados. O mejor dicho: nos la exigen. ¡Empaticemos! También con los miles de viajeros maltratados el lunes en el aeropuerto, con el padre que huye con su bebé de madrugada y las llamas a la altura de su balcón –què volen aquesta gent?–, con la señora derribada machistamente por exhibir una bandera de España, con los trabajadores que pronto irán al paro en hoteles y restaurantes...
No son infiltrados, son sus criaturas y andan excitadas.
Para cívicos y pacíficos
los catalanes que acatamos el precio de su libertad de protesta