La Vanguardia

Piden empatía... ¿la tienen ellos?

- Joaquín Luna

Gracias a estos siete años de procés, muchos catalanes hemos desarrolla­do un sexto sentido: anticipar las respuestas del mundo independen­tista ante cada torpeza que comete.

–¿Por qué el centro de Barcelona arde estas noches? a) Es la noche de San Juan. b) Han alimentado y frustrado con quimeras a los antisistem­a.

c) España ha infiltrado radicales en Barcelona, Lleida, Girona... Muy fácil, la c.

–¿Por qué si son pacíficos torrefacta­n el paseo de Gràcia? a) Recrean Hong Kong. b) Si estuviesen libres los dirigentes condenados, lo frenarían.

b) Da igual cargarse la industria turística y la marca Barcelona.

La capacidad del movimiento independen­tista para canalizar los hechos y darles la vuelta es asombrosa. Yo no sé si son las redes, el fervor o las ganas de seguir la fiesta porque si incluso lo que sucede estas noches en Barcelona es culpa de otros o no va con ellos, lo de dialogar va a costar. ¿Cómo se dialoga con un

Govern arrogante que no admite sus errores flagrantes y anuncia ayer que va a repetirlos?

Los incendios, los destrozos y la indiferenc­ia –incluso desprecio– ante quienes sufren estos días las consecuenc­ias de su libertad de manifestac­ión y protesta son muy elocuentes. Se supone que en España no hay libertad de expresión, ni de protesta ni de manifestac­ión...

Un movimiento que se reviste de elevada categoría moral y reparte carnets de catalán, demócrata o ciudadano ejemplar debería reconocer el mérito cívico, pacífico y democrátic­o de los conciudada­nos que sufrimos las consecuenc­ias de su derecho a manifestar­se y en versión barra libre: cortar autopistas, cerrar aulas, invadir arterias a discreción, quemar contenedor­es, cargarse el turismo, etcétera. ¡Incluso los camioneros españoles –con fama de nobles y algo brutos– han acatado las barricadas aleatorias!

Nos piden empatía con los condenados. O mejor dicho: nos la exigen. ¡Empaticemo­s! También con los miles de viajeros maltratado­s el lunes en el aeropuerto, con el padre que huye con su bebé de madrugada y las llamas a la altura de su balcón –què volen aquesta gent?–, con la señora derribada machistame­nte por exhibir una bandera de España, con los trabajador­es que pronto irán al paro en hoteles y restaurant­es...

No son infiltrado­s, son sus criaturas y andan excitadas.

Para cívicos y pacíficos

los catalanes que acatamos el precio de su libertad de protesta

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