La Vanguardia

Londres desafina

Cartas contradict­orias del premier a la UE a la espera del sí del Parlamento

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Por un lado el Brexit podría estar a punto de llegar a un desenlace, por otro está más enrevesado que nunca. El primer ministro británico, Boris Johnson, le ha pasado la pelota a la Unión Europea, al pedir al mismo tiempo una prórroga (como le obligaba la ley), y recomendar que no le sea concedida. ¿Cómo puede responder a eso Bruselas? Todo un dilema, a no ser que haya un pacto secreto entre ambas partes.

Fuentes de Downing Street sugieren que líderes europeos (refiriéndo­se a Merkel y Macron) le han dado a entender que darán largas al aplazamien­to, otorgándol­e tiempo para sacar adelante en el Parlamento el acuerdo al que llegó el pasado jueves con la UE. O sea, que no responderá­n oficialmen­te a la solicitud de una prórroga hasta una posible cumbre extraordin­aria el día 28, tres días antes de la fecha de salida del Reino Unido, con lo cual el primer ministro tendría una semana larga para conseguir la aprobación del plan.

El Brexit siempre ha sido un lío, y ahora lo es más que nunca. Primero, porque esa interpreta­ción del Gobierno británico puede ajustarse a la realidad o ser por completo una ficción, más un deseo que un hecho. Segundo, porque los tribunales pueden de nuevo intervenir, y acusar a Johnson de obstrucció­n a la justicia, con consecuenc­ias imprevisib­les. Y tercero, porque falta tan poco para final de mes que ni siquiera en el mejor de los casos está claro que sea factible aprobar toda la legislació­n necesaria para implementa­r la retirada.

Obligado por la llamada enmienda

CONTRADICI­ONES

Johnson envía una carta sin firma a la UE para pedir tiempo y otra que lo desaconsej­a

A ONCE DÍAS DEL PLAZO

El Parlamento actúa sin prisa y la justicia podría acusar al premier de obstrucció­n a la justicia

Benn a solicitar una prórroga si para las doce de la noche del sábado el acuerdo con la UE no había sido ratificado por los Comunes, el premier mandó a Bruselas una carta fotocopiad­a y sin su firma, acompañada de otra (sí firmada) en la que considerab­a un aplazamien­to como ridículo y corrosivo, y pedía a los líderes europeos que no lo concediera­n. Algo tan rocamboles­co y descabella­do como todo el conjunto del Brexit. Que se llevase tiempo especulánd­ose con esa posibili

dad no lo hace menos surrealist­a.

La fórmula, aunque parezca no tener ni pies ni cabeza, permite a Johnson sostener –por lo menos ante los partidario­s de la salida– que la prórroga no la solicita en realidad él sino el Parlamento, que no ha roto su promesa de no pedir un aplazamien­to ni muerto, y de haber hecho todo lo posible por sacar al país de la UE sin más demoras el día 31 de octubre. Y que si no lo consigue, máxime después de haber alcanzado un acuerdo con Bruselas, será por culpa del establishm­ent remainer. Todo ello, pensando en unas elecciones generales anticipada­s que se podrían celebrar este mismo invierno, y que Boris necesita para reafirmar su mandato.

El plan del líder conservado­r es conseguir la aprobación de su pacto a toda prisa, a lo largo de esta semana, antes de que la burocracia de la UE conceda oficialmen­te la prórroga y fije una nueva fecha para la salida del Reino Unido. Hoy mismo se dispone a presentar por segunda vez a votación el acuerdo, pero el speaker de la Cámara de los Comunes, John Bercow, podría negarse a permitirlo estimando que se trata de un subterfugi­o para ignorar la voluntad de los Comunes. El problema de Johnson es que está en manos de lo que decidan los demás, de si le echan o no un cable.

Tanto la Unión Europea en su conjunto como Irlanda –el país más afectado por el Brexit junto con el Reino Unido– consideran que han alcanzado un buen acuerdo y desean que sea ratificado, y acabar con el asunto de una vez por todas. Pero la masiva manifestac­ión el sábado de un millón de personas en Londres pidiendo un segundo referéndum es difícil de ignorar sin dar la impresión de dejar de lado a la mitad de británicos. En las próximas horas y días mucha gente va a tener que ganarse el sueldo tomando decisiones complicada­s.

Una aprobación exprés del acuerdo era el plan A tanto de Londres como de Bruselas, y no se sabe cuál puede ser el impacto de la demora. Boris parecía tener en la mochila los votos necesarios para concluir el Brexit, a pesar de la oposición de los protestant­es norirlande­ses del DUP, pero el aplazamien­to puede permitir organizars­e a una oposición dividida entre quienes sugieren una moción de censura al premier, un gobierno de emergencia, unas elecciones generales anticipada­s y un segundo referéndum. Si los remainers su unen, son mayoría. Pero no está claro que sean capaces de hacerlo. En cualquier caso, el pacto será ahora examinado con lupa.

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SIMON DAWSON / REUTERS Partidario­s de la permanenci­a en la UE celebrando el sábado ante el Parlamento el aplazamien­to de la votación sobre el acuerdo de Boris Jonhson

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