Trump da marcha atrás y renuncia a organizar el G-7 en su hotel de Miami
La Casa Blanca defiende que el presidente quería dar “el mejor show”
Apenas dos días después de haber defendido a capa y espada la decisión de celebrar la próxima cumbre del G-7 en un hotel propiedad de la familia Trump, el presidente estadounidense ha dado marcha atrás. La culpa, de los medios de comunicación y los demócratas, que se “pusieron locos” con la noticia.
“Pensé que estaba haciendo algo muy bueno por el país utilizando el Trump National Doral Hotel de Miami para recibir a los líderes del G-7” pero a la vista la “irracional hostilidad” de la prensa y la oposición “vamos a empezar a buscar otros sitios inmediatamente”, anunció Donald Trump el sábado por la noche en una serie de tuits que más bien parecían un anuncio publicitario sobre las virtudes del complejo hotelero floridiano.
La decisión es una humillante derrota para un político que se jacta de no ceder nunca, un reflejo evidente del difícil momento que atraviesa Trump a un año de las elecciones presidenciales, enfrentado a un proceso de impeachment y criticado por sus correligionarios por su impetuosa salida de Siria y el abandono de los aliados kurdos.
Las críticas a su desafiante decisión llegaron desde los demócratas, que habían movido ficha para impedir que se usara fondos federales en el G-7 si se celebraba en uno de sus hoteles, los medios y la sociedad civil pero la incomodidad era palpable también entre algunos conservadores. “No hay ninguna ley que diga que hay que evitar la apariencia de indecencia” pero “habría sido mejor que no usara su hotel para estas ocasiones”, dijo el congresista republicanos Francis Rooney.
“El presidente no merece ningún aplauso por hacer lo correcto sólo después de que la reacción del público le obligara a no hacer algo incorrecto”, declaró ayer Noah Bookbinder, director del grupo de presión Citizens for Responsibility and Ethics in Washington (CREW). La decisión era “descaradamente corrupta incluso para un gobierno descaradamente corrupto”, pero no deja de ser sorprendente que el presidente llegara a pensar que “era algo apropiado y que podría salirse con la suya”, añadió Bookbinder.
Mick Mulvaney, jefe de gabinete de Trump, dijo ayer que este se quedó “honestamente sorprendido por el nivel de rechazo” que generó la elección del hotel. El presidente viene del “negocio de la construcción”, “aún se considera parte de la industria de la hostelería” y quería ofrecer “el mejor show, la mejor estancia” posible a los líderes del G-7, defendió Mulvaney en Fox News ante un incrédulo entrevistador.
Trump aseguró que acogería a las delegaciones internacionales en su hotel sin sacar beneficio alguno o incluso “si fuera legal, a cero coste para EE.UU.”. Aunque la Casa Blanca ha defendido que la marca Trump es “muy fuerte” y no necesita ayuda alguna, este no es exactamente el caso del hotel de Miami. Adquirido por 150 millones de dólares en el 2012 cuando estaba en quiebra, la Organización Trump invirtió 100 millones en renovarlo pero sigue atravesando problemas financieros. Según The Washington Post, entre el 2015 y el 2017 los ingresos del hotel cayeron un 69%. La Casa Blanca estudia ahora celebrar el G-7 en Camp David, el lugar elegido por Obama en el 2012, originalmente descartado porque los participantes lo consideraron “un lugar horrible” y poco práctico.
La elección del hotel “era descaradamente corrupta” incluso “para un Gobierno corrupto”, según una organización