La Vanguardia

Torra, sin cobertura

- Isabel Garcia Pagan

Los problemas de comunicaci­ón son un argumento de ruptura en todas las relaciones, pero antes de romperse tienen que arrancar. La de Pedro Sánchez y Quim Torra nunca funcionó, a pesar de que el presidente del Gobierno lo llevó de paseo hasta la fuente de Guiomar en la Moncloa. El grupo de Whatsapp Coordinaci­ón Bcnmadrid, con Carmen Calvo, Pere Aragonès y Elsa Artadi, llevó hasta la declaració­n de Pedralbes y la figura de un mediador, pero acabaron imponiéndo­se los cálculos electorale­s.

La sentencia del 1-O ha aumentado la distancia y Torra ahondado la trinchera con su propuesta de ejercer el derecho de autodeterm­inación en esta legislatur­a. Sólo el vicepresid­ente Aragonès mantiene hoy algún contacto con Calvo.

La oficina de Torra lleva dos días intentando comunicar con el presidente del Gobierno –hoy insistirá– y la respuesta no varía. “El presidente no se puede poner”, “el presidente está reunido”. Torra dice que tiene el móvil de Sánchez, pero no ha marcado el número. Carles Puigdemont también tenía el de Mariano Rajoy y el 26 de octubre del 2017 tampoco lo utilizó.

Ahora tampoco habrá respuesta directa. No mientras sigan las protestas contra la sentencia y los disturbios. No con el PSOE cayendo en las encuestas del 10-N. La Moncloa ha marcado sus líneas rojas y ha aparcado el reconocimi­ento de que en Catalunya existe un conflicto y que la vía del diálogo “requerirá del esfuerzo de todas las institucio­nes, de los actores políticos y de la ciudadanía”. Esa era la declaració­n pactada en Pedralbes hace un año.

Los disturbios de la semana pasada, los 194 detenidos –154 por los Mossos–, y los 288 agentes heridos son el argumento perfecto para que el portavoz de Sánchez sea el ministro del Interior y, como si fuera una de sus antiguas sentencias, imponga condicione­s a la relación entre presidente­s. Con Fernando Grande-marlaska, el Gobierno niega la mayor que esgrime el independen­tismo. En Catalunya “lo que hay es un problema de orden público”. Lo repitió once veces. El resto lo facilita el perfil de activista del president y sus problemas para asumir el papel de jefe integral del Gobierno catalán y, por tanto,

La Moncloa se aferra al conflicto de orden público y Torra lo facilita al no asumir su papel de jefe de los Mossos

de los Mossos d’esquadra.

La Moncloa circunscri­be el conflicto catalán a un problema de convivenci­a en Catalunya y pone en juego a Miquel Iceta con la mesa de partidos catalanes inaugurada hace un año a instancias del PSC, que se ha reunido sólo dos veces sin la participac­ión de Cs y PP y no ha superado la fase del diálogo de sordos.

Con los disturbios, el Govern había perdido la pugna del relato con la Moncloa e intenta recuperars­e del KO aferrándos­e a la demanda diálogo en plena batalla campal en Barcelona. Algunos titulares en la prensa extranjera le ayudan en las últimas horas, pero el recorrido del discurso de Torra está lastrado por la división de su Govern, los mensajes erráticos del independen­tismo sobre la actuación policial y la falta de cobertura de su móvil.

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