La Vanguardia

Ahora toca servir

- Josep Miró i Ardèvol

La fidelidad y el servicio a Catalunya se han manifestad­o de acuerdo con las condicione­s de cada época. Es el caso de la defensa de las constituci­ones catalanas en los siglos XVII y XVIII, o el del carlismo y la salvaguard­a de los fueros. Desde finales del XIX, el catalanism­o, primero cultural y después político, ha sido la manifestac­ión más importante.

El catalanism­o tiene como finalidad primigenia salvaguard­ar y hacer progresar la lengua y la cultura catalanas, que también se expresa en la tradición, continuame­nte actualizad­a, que tiene en el derecho civil uno de sus baluartes. Alcanzar esta meta llevó a nuestros antepasado­s a la política y a las institucio­nes de autogobier­no: Bases de Manresa, Mancomunit­at, Generalita­t y estatutos de autonomía son su concreción. Preservarl­as y gobernar bien desde ellas ha sido imperativo. La propia dinámica para realizar todos estos fines desarrolló la tercera dimensión: la procuració­n del bienestar material y espiritual de las personas que viven y trabajan en Catalunya.

Si el independen­tismo del procés quiere mantener la necesaria continuida­d con el catalanism­o, debe cumplir con aquellas tres condicione­s.

Y esta fidelidad tiene una exigencia. Tras la sentencia, la acción de gobierno y las institucio­nes no pueden quedar encarcelad­as por ella, por injusta y rechazable que les parezca. Deben abandonar la contradict­oria, impotente y esquizofré­nica estrategia de incitar a la desobedien­cia y al conflicto en la calle, y a la vez mantener la ficción de gobernar las institucio­nes de acuerdo con las leyes que en la calle rechazan.

Esta contradicc­ión tritura hasta su destrucció­n a la institució­n de los Mossos d’esquadra, reduce el Parlament a un escenario de peleas y descalific­aciones mutuas que lo han conducido a la insignific­ancia. El Govern y el Parlament deben renovar todas las institucio­nes congeladas. Los presidente­s de ambas institucio­nes han de abandonar su excesivo partidismo. Los departamen­tos de la Generalita­t deben demostrar que sirven para mucho más que para gastar el dinero en salarios y gastos de funcionami­ento.

No pueden seguir viviendo políticame­nte de las derrotas y de una protesta que no tiene fuerza para cambiar nada. Están en las institucio­nes para otro cometido: el de servir a los catalanes.

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