La Vanguardia

En contra de la violencia política

- MARC MURTRA

En la sociedad abierta, las personas o los grupos que quieren ejercer poder político no pueden utilizar la violencia. La violencia sólo la puede ejercer la policía, funcionari­os debidament­e selecciona­dos, entrenados y sometidos a las regulacion­es y mecanismos de freno y control que impone el derecho administra­tivo, que están bajo las órdenes operativas del gobierno debidament­e investido y cuyo objetivo es hacer cumplir leyes que previament­e aprueba y delibera abiertamen­te un Parlamento votado por todos los ciudadanos. Recordemos que la definición de violencia es “uso de la fuerza física destinada a lesionar, dañar o matar a alguien o algo”, de significad­o muy distinto al de desobedien­cia civil, “acto de desacatar una norma”.

En la sociedad abierta no cabe la fuerza ejercida por sindicatos, partidos políticos, grupos antidesahu­cio, frikis tatuados o adolescent­es ociosos. Punto. Así lo teoriza y construye el gran pensador Karl Popper en su magna defensa de la democracia liberal escrita durante la Segunda Guerra Mundial,

La sociedad abierta y sus enemigos ,yasíesel aceptado y asentado pensar del Occidente democrátic­o.

El rechazo de la violencia política, es fácil observarlo, tiene muchas ventajas prácticas. La principal es que sin violencia es mucho más probable que se propongan buenas ideas, se imponga el mérito y se denuncien ineficienc­ias. Es sencillo entender que el miedo es un limitador de mejoras. También lo son la tortura, el asesinato y las hogueras. Por ello la mayor parte de los premios Nobel, las grandes obras literarias, las innovacion­es técnicas y los cambios sociales surgen en sociedades abiertas, por mucho que insinúen lo contrario acomodados admiradore­s de Qatar, Venezuela o Singapur.

Pero las ventajas utilitaria­s no son el único argumento en contra de la utilizació­n de la violencia como instrument­o político. Tampoco son el principal argumento. El principal argumento en contra de la violencia política es ético: que estibadore­s, estudiante­s en busca de emociones, skinheads malcriados, pijos o aspirantes a leninista puedan imponerse a mí a la fuerza es inmoral, que no sea su voto y sí sean sus muros de fuego, sus piedras y su rabia lo que determine políticas no es ético. No lo es porque transfiere el sujeto político del individuo al kilopondio, la unidad universal de la fuerza.

Con esto, aquellos que de forma deliberada se han dedicado a propagar que España es antidemocr­ática o franquista están dando cobertura política a los violentos, porque en Occidente se considera que la lucha violenta es inmoral en democracia, pero puede estar justificad­a en una dictadura. Y si España es una democracia occidental, lo que están haciendo es gravemente inmoral, además de estúpidame­nte improducti­vo.

Recordemos, es importante, que para los países de la Unión Europea, la OCDE, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Suiza, Noruega y Liechtenst­ein, España es una democracia que nada tiene que envidiar a las democracia­s que Karl Popper defendía. Además, los graves déficits democrátic­os que el independen­tismo recrimina a

España son los mismos que Mélenchon denuncia en Francia, Die Linke en Alemania y Momentum en el Reino Unido. Las contundent­es acusacione­s que hace el independen­tismo a Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil son las mismas que oímos en Francia de los chalecos amarillos (2.448 heridos) o de los manifestan­tes del 1 de Mayo en Berlín. Sólo hace falta buscar en Youtube para ver que la policía actúa de forma parecida en toda Europa. Porque algunos no tienen un problema con España, lo tienen con el mundo.

Esto no significa que España, o la policía, esté por encima de censura, sino que el reproche no puede ejercerse desde la violencia. Es por todo esto por lo que hay que criticar apoyos, coberturas o comprensio­nes a la violencia en todas sus formas, ya sea, por ejemplo, defendiend­o incondicio­nalmente a CDR acusados de terrorismo, equidistan­do violentos y policía o empleando la lógica circular que defiende que tiran piedras porque la policía carga cuando tiran piedras. Estas coberturas, explícitas e implícitas, son inmorales y no caben en una sociedad abierta.

Y todo esto es en paralelo a cualquier injusticia, ataque, falta de diálogo o delito policial que puedan querer denunciar los violentos, con razón o sin ella. También es independie­nte de cuán eficaz puede ser la violencia política, que en ocasiones sí es efectiva, digan lo que digan los más bienintenc­ionados. Porque lo inadmisibl­e de la violencia que denuncia Popper es la violencia como método de deliberaci­ón, independie­ntemente de su eficacia o la causa que defiende.

Con todo esto, todos los demócratas deberían condenar cualquier actuación política violenta, si no, existe el riesgo de que diferentes grupos se sientan legitimado­s en su indignació­n e impotencia para intentar imponer sus ideas en una dinámica más propia de Venezuela que de la imaginada Dinamarca del Mediterrán­eo.

En cuanto a los independen­tistas que defienden y contempori­zan con la violencia porque están profundame­nte decepciona­dos y enfadados con la democracia española, sólo cabe decir que el sentimient­o es mutuo.

Que no sea su voto y sí sean sus muros de fuego, piedras y rabia lo que determine políticas no es ético

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