Saad Hariri
Primer ministro libanés
Las protestas en Líbano han acabado llevándose por delante al primer ministro, Saad Hariri (49), que ayer dimitió. Lo que empezó como una protesta por un impuesto a Whatsapp ha derivado en una impredecible crisis política.
Después de dos semanas de protestas y en medio de una situación económica cada vez más alarmante, el primer ministro de Líbano, Saad Hariri, arrojó ayer la toalla y anunció su dimisión. “Necesitamos un choque para resolver la crisis –dijo Hariri en un breve discurso televisado en directo–. Ahora mismo voy a presentar mi dimisión y la de mi Gobierno al presidente”.
Su decisión, afirmó, se produce “en respuesta a las demandas populares de los últimos 14 días” y “para proteger el país”. El presidente, Michel Aun, está estudiando la dimisión y debe decir todavía si la acepta o no. Si así fuese, la Constitución exige al primer ministro quedarse en su función hasta que se establezca un nuevo gobierno.
El anuncio de Hariri fue recibido como un triunfo, entre aplausos y gritos, por los manifestantes congregados en el centro de Beirut. Decenas de miles de libaneses llevan trece días tomando las plazas y cortando carreteras protestando por la corrupción, la carestía y la ineficacia de un Gobierno de carácter caciquil y paralizado por las cuotas y los liderazgos sectarios heredados del final de la guerra civil, hace treinta años.
Las protestas han sido mayoritariamente pacíficas, e incluso festivas, excepto los dos o tres primeros días. Sin embargo, desde que el pasado fin de semana el partido chií Hizbulah, por boca de su líder, Hasan Nasralah, se desmarcó de las manifestaciones, han empezado a registrarse choques entre partidarios de la continuidad del Gobierno de concentración y manifestantes.
Horas antes de la comparecencia de Hariri, cientos de simpatizantes de las dos grandes fuerzas chiíes, Amal y Hizbulah, levantaron por la fuerza el bloqueo de una importante carretera de Beirut y destrozaron un campamento de los concentrados, que se vieron obligados a correr hacia la plaza de los Mártires, antes de que la intervención del ejército y los antidisturbios con gases lacrimógenos dispersara a sus hostigadores.
El suní Hariri –hijo del ex primer ministro Rafic Hariri , asesinado en el 2005– ya leyó su dimisión hace dos años, rocambolescamente, desde Riad, forzado por las autoridades saudíes, aliadas tradicionales de la familia Hariri. No es ningún secreto el enfado de Arabia Saudí por la presencia de fuerzas proiraníes como Hizbulah en el Gobierno de concentración. Aquella dimisión fue retirada días después.
Esta llega en un momento aún más grave para las finanzas de Líbano. Los bancos llevan más de diez días cerrados; el cambio, fijo desde hace 22 años, entre la divisa libanesa y el dólar es insostenible, y el gobernador del Banco Central avisa de que las reservas se agotarán en cuestión de días.
Las movilizaciones comenzaron el pasado 17 de octubre, cuando el Gobierno anunció que estaba preparando un nuevo impuesto para los servicios de mensajería gratuita por internet como Whatsapp o Facetime. Aunque el Gobierno retiró la medida apenas unas horas después, las protestas continuaron, ya convertidas en un movimiento más amplio contra las élites políticas heredadas de la guerra civil.
Simpatizantes de las fuerzas chiíes hostigan a los manifestantes y destrozan sus campamentos