Big Data para mejorar la asistencia social y sanitaria
Rebecca Richmond defiende el uso de los datos pero reclama más inversión en la capacidad analítica para convertir la información en acciones que mejoren la vida de los ciudadanos
El Big Data puede ser una herramienta clave en la gestión de los servicios sociales. “Lo más más increíblemente importante del Big Data es la capacidad que nos ofrece de entender todo el sistema y ver cómo encaja en nuestras vidas, aunque seas responsable solo de una asistencia social específica. Sin Big Data no tenemos esa visión general y no podemos ayudar a los ciudadanos a escoger las opciones adecuadas. Y, a pesar de que creo que nos centramos demasiado en los datos y no en las personas, el Big Data es una herramienta que nos capacita para hacer estas elecciones con ellos”, asegura Rebecca Richmond, directora general de Investigación y Conocimientos Internacionales en la Advisory Board Company, de Londres.
Esta compañía tuvo un destacado papel en la reforma sanitaria estadounidense, el Obamacare, y es la consultora internacional de referencia para la mejora de la eficiencia de los sistemas sociosanitarios, la financiación de los servicios sociales y la coordinación e integración de servicios a partir de un conocimiento más científico de las necesidades de la población.
Richmond inauguró el ciclo Big Data y servicios sociales: prever y anticiparnos a las necesidades sociales, organizado por el Palau Macaya de ”la Caixa”, con la colaboración de la fundación isocial, la Universitat Oberta de Catalunya y la fundación TIC Salut Social. Su conferencia, ¿Por qué con Big Data podemos responder mejor a las necesidades de los ciudadanos?, giró en torno al actual sistema de servicios sociales y al conocimiento insuficiente de las situaciones de vulnerabilidad; y planteó el Big Data como una experiencia de éxito en otros ámbitos y su aplicación en los servicios sociales.
“A veces hacemos muchas suposiciones sobre cómo la gente absorbe la información. Escribimos grandes manuales de instrucciones de asistencia para personas que, a veces, no pueden o no quieren leerlos, o tienen dificultades para entenderlos. Se trata de empoderar a los ciudadanos y entender cómo nos debemos implicar con ellos para que vivan de la mejor manera posible. Y pienso que el Big Data nos permite tener la imagen del ser humano completo”, asegura Richmond.
MÁS ANÁLISIS
Eso supone manejar muchos datos y tener ordenadores y profesionales capaces de analizarlos, aunque la experta reconoce que “habrá un momento en el que deberemos parar de recoger datos y reflexionar sobre ellos. Me gustaría ver más inversión en la capacidad analítica para convertir estos datos en acción”, explica Richmond. “Dedico buena parte de mi tiempo trabajando con los que proporcionan asistencia sanitaria y social en más de 40 países. Nunca me han dicho que tengan demasiados datos, sino que su mayor dificultad es convertirlos en introspección y en acción, en hacer algo que tenga un impacto para mejorar la vida de personas. Y esa es la clave, la capacidad de analizarlos y de cambiar la manera como nos implicamos con los ciudadanos, para saber si hay lagunas en nuestro servicio y aprender cómo llenarlas. Eso es lo que me entusiasma”.
Otra de las claves es reunir los datos que tienen diferentes instituciones y agentes, para tener una visión lo más amplia posible. En este sentido Richmond considera que “la traducción de datos en acción tiene sentido cuando los que tienen esos datos se reúnen y conversan. Es una cuestión de confianza y relación porque para compartir los datos debemos tener una relación donde sepamos que los datos se usarán para el objetivo común de mejorar la vida de los ciudadanos. Qué podemos hacer colectivamente para resolver algunos de los desafíos que hemos planteado, eso es lo importante”. Y por este motivo, según la experta, “en cualquier conversación sobre datos y sobre compartir recursos debemos asegurarnos de que el ciudadano está en el centro porque, independientemente de tu responsabilidad en el sistema, el cuidado del ciudadano es el objetivo y el factor definitorio. No debemos perderlo de vista, independientemente de lo sofisticados que sean los datos”.
EL CIUDADANO, EN EL CENTRO
El tratamiento de los datos también contempla un factor moral, de cómo y por qué se usan y, sobre todo, a quién pertenecen. Richmond tiene claro que “evidentemente pertenecen al ciudadano, pero lo interesante es que nosotros presuponemos que ese ciudadano no está predispuesto a compartirlos. Nos preocupan las leyes sobre la privacidad y la intimidad, pero si sabemos que nuestros datos se usan para mejorar la calidad de vida quizás estemos más dispuestos a cederlos. Creo que, para compartir datos de forma moral y éticamente apropiada los ciudadanos deben formar parte inherente, integral, de la conversación. No estoy segura de que ahora sea así y espero que en algún momento la conversación les implique. Desde mi experiencia, creo que hay predisposición a compartir los datos si el objetivo común es mejorar la vida de las personas”. Sin embargo, para la experta, actualmen
"Habra un momento en el que deberemos parar de recoger datos y reflexionar sobre ellos. Me gustaria ver más inversion en la capacidad analitica para convertir estos datos en accion»
te “creo que todavía no hacemos un buen trabajo para explicar bien los beneficios que supone compartir los datos”.
Precisamente, para poner a los ciudadanos en el centro y entender cómo deben relacionarse los profesionales con ellos, desde la Advisory Board Company han desarrollado la herramienta Patient Activation Measure (PAM), que mide el nivel de implicación de una persona y hasta qué punto entiende su situación social o de salud. “Los datos que recoges te permiten saber dónde iniciar la conversación con esta persona. Si el ciudadano no está implicado, darle un manual no soluciona nada porque no lo leerá. Esta puntuación PAM puede estar en tu historial para que cuando estés en un hospital, los profesionales sepan cómo relacionarse contigo, dónde iniciar la conversación. Es una herramienta muy potente. Me frustra mucho la presuposición que hay en los sistemas de asistencia sanitaria y social de que todos estamos en el mismo punto de partida. Necesitamos que la conversación sea a medida y la puntuación PAM nos da un punto de referencia”, concluye Richmond.
“Para compartir datos de forma moral y éticamente apropiada los ciudadanos deben formar parte inherente, integral, de la conversación. No estoy segura de que ahora sea así»