El futuro de Montjuïc
Desde la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992, la relación entre Barcelona y su montaña de Montjuïc se ha enfriado. Se suceden las corporaciones municipales, y con ellas los planes para Montjuïc, y no ocurre nada sustancial que permita dotar a la montaña de una personalidad nítida que atraiga a los barceloneses, no sólo al vecindario. A todos los barceloneses. Una visión global que se echa en falta en el flamante y oportuno Plan de Actuación, una suerte de hoja de ruta municipal para Montjuïc que culmina un largo proceso participativo, muy grato a la forma de pensar y actuar de la alcaldesa Ada Colau.
Montjuïc está llamado a ser el verdadero parque urbano de Barcelona. Su actual indefinición, las deficiencias en infraestructuras y viejos recelos en cuestiones de seguridad, junto al fracaso del bien intencionado Open Camp –un parque temático del deporte ideado para dinamizar económicamente el anillo olímpico–, constituyen razones de peso para defender esta iniciativa municipal, aunque, como todas, haya puntos mejorables. El Plan de Actuación recoge la renovación del iluminado, una mayor vigilancia, la recuperación de caminos cerrados o en mal estado, una mejora en los accesos –sobre todo para los vecinos– y la disminución de actos privados como el llamado picnic electrónico –Brunch in the City– o algunos de los que se organizan en el Poble Espanyol,
un recinto con más vitalidad de la que creen muchos barceloneses.
El proyecto se concede un plazo de diez años para su finalización, un margen holgado que convendría no dilatar ni dejar a expensas de eventuales cambios de los equipos de gobierno, porque Barcelona ya lleva años perdidos. Cabe recordar que el prolongado debate desarrollado bajo el mandato de Xavier Trias y culminado en el 2014 nunca fue llevado a la práctica. A diferencia de aquel plan y de otro impulsado por la Generalitat sobre “la explanada de los museos” –ciertamente ambicioso y algo alejado de la austeridad imperante en lo que a gasto público se refiere–, el Plan de Actuación parece olvidar el potencial cultural y museístico de Montjuïc. No basta con mejorar la movilidad y el acceso, convendría también potenciar en todos los aspectos un itinerario cultural que Barcelona no puede permitirse el lujo de ignorar. Lo que, de paso, ayudaría a descongestionar la afluencia turística en otros barrios de mayor densidad de población.
Montjuïc espera del sector público un plan global que dé sentido, vida y afluencia a este gran parque urbano, igual que Barcelona necesita hacer suyo e integrar mejor Montjuïc. La frontera mental que supone esta montaña en el día a día de la ciudad tiene que desaparecer, como en su día las barreras físicas y mentales que alejaban a Barcelona del mar.
El Plan de Actuación se concede diez años para revertir la frialdad entre Barcelona y Montjuïc