La Vanguardia

“Nuestra historia es una atávica y perenne guerra civil”

- Víctor-m. Amela

Tengo 67 años. Nací en Cartagena y vivo entre Madrid y mi velero, en puertos mediterrán­eos. Soy novelista. Estoy serenament­e casado. Tengo una hija, Carlota (33), arqueóloga subacuátic­a. No tengo ideología, tengo biblioteca. No tengo religión, sólo las estudio

Cuál es su bien más preciado? La colección de álbumes de Tintín con lomo de tela! ¡Ay! Los míos... ardieron en un incendio. ¡Trágica pérdida! Hemos soñado con emular a Tintín...

Vengo de Tintín, del Jabato, del Capitán Trueno, de los tebeos... y de una biblioteca.

¿Qué biblioteca?

La que había en casa, herencia de un abuelo, con todos los clásicos (de Cervantes a Galdós), y de una abuela, con novelas modernas (de Agatha Christie a Dashiell Hammett).

¿Qué novelas prefería?

No distinguía. La literatura es placer. Aspiro a contar historias, nunca a sermonear.

¿Es la del Cid una buena historia?

Mi dulce abuelita de chocolate con pastas recitaba de memoria La leyenda del Cid de Zorrilla con efusión de sangre, degollinas, manos cortadas... ¡Eso me cautivó de niño!

¿Y por qué reescribir­la ahora?

He sentido que puedo relatar esa historia a lo John Ford –¡es Dios para mí!–, como un fabuloso western ibérico del siglo XI, brega de frontera en la que un hombre sobresale...

¡Sidi!

Significa señor: así llamaron los moros al guerrero Rodrigo Díaz de Vivar. Sidi: el Cid.

¿Trabajaba el Cid para los moros?

Desterrado de Castilla por el rey, partió con una mesnada de cuarenta leales. La hizo crecer hasta ser doscientos: ¡era un líder!

Pinte a su Cid en cuatro adjetivos.

Duro. Astuto. Cruel. Leal. Observo su conducta y... es un compendio de liderazgo.

¿Qué virtudes adornan al líder?

Menciona por su nombre a cada soldado, a cada uno mira a los ojos mientras arenga...

Les hace sentir importante­s, claro.

Y él se pone al frente en batalla. Nada ordena a sus hombres que él no haga también. Si hay éxitos, nunca se olvida de elogiarlos.

¿Y si hay fracasos?

Carga él con toda la responsabi­lidad.

Qué infrecuent­e, esto...

¡Así la lealtad y disciplina son plenas! Hasta el extremo de sacrificar sus vidas.

¿Y así era?

Sólo así se llega a ser leyenda: hasta los moros le mencionan en sus crónicas. Y acabará casando a su hija María con el conde de Barcelona Ramon Berenger III.

¿Tuvo el Cid tratos en Catalunya, pues?

Francos, se les llamaba. El Cid se ofreció al conde Berenguer Ramon II, que le rechazó y tildó de “malcalçats” a sus hombres.

“Malcalzado­s”, un pelín faltón...

El Cid luego le derrotará y le hará prisionero. Y se quedó con su espada, la Tizona.

¡Vamos de guerra en guerra, ay!

Sí, nuestra historia es una perenne guerra civil: mi vecino es mi enemigo. Pulsión atávica que yo atribuyo al aislamient­o que nos impuso la fragmentad­a orografía peninsular...

Buena hipótesis... Hasta que nos unimos todos contra el invasor francés.

¡Ja! Lo parece, pues mientras ya estábamos dividiéndo­nos en facciones enfrentada­s.

La historia de España le apasiona, veo.

De los 32.000 volúmenes de mi biblioteca, 9.000 son de historia: también he escrito, por eso, Una historia de España.

Leer esa obra ha inspirado su última película a Amenábar, ha declarado el.

Y a mi me inspira el periodista Manuel Chaves Nogales, que a fines de 1936 escribe: “Había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros”.

¡Es el impresiona­nte prólogo del libro de Chaves Nogales a A sangre y fuego!

Propongo que en todas las escuelas de España se lea ese texto y se analice línea por linea durante un mes entero, ¡qué gran lección!

Voto a favor.

Y, también, ¡qué tragedia haber orillado latín y griego! Estructura­n la mente para pensar bien. Sin humanidade­s, te aborregas: serás rehén del primer demagogo que pase.

¿La historia es maestra del presente?

Necesitamo­s épica común: Franco manipuló la figura del Cid, y la democracia debiera haberla limpiado... pero la ha ignorado.

¿Qué escena de Sidi le ha complacido más escribir?

Unos guerreros morabitos, prisionero­s del Cid, son degollados según estaba convenido en la guerra... y les vemos morir con decoro.

¿Qué es morir con decoro?

Asumir la regla del juego, no revolverte histéricam­ente contra tu inapelable destino. Nuestros abuelos conservaba­n ese decoro, esa entereza que nosotros hemos olvidado.

Entraban en batalla, cuenta usted, en ayunas y habiendo vaciado el vientre...

Si te herían en la tripa, con comida o heces dentro... ¡infección! Lo he visto en las guerras del Polisario, de Croacia, en tantas... En

Sidi traspongo escenas y emociones que yo mismo he conocido en campos de batalla.

¿Y que reflexión le suscita en este momento el conflicto catalán?

España es un lugar en el que hemos vivido juntos. Una historia común que me inspira camaraderí­a. Pero yo no soy analista político: sólo soy un tipo que cuenta historias.

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XAVIER CERVERA

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