La Vanguardia

LOLA GARCÍA

Para afrontar el conflicto catalán habrá que dilucidar varias incógnitas: si Sánchez gobierna o no, con apoyo de quién, cuál de sus facetas sobre el asunto territoria­l elige para aplicar y cómo acaba la pugna en el seno del independen­tismo.

- SIN PERMISO Lola García

Cuál es el verdadero Pedro Sánchez?, se preguntaba hace unos días Pablo Iglesias en una entrevista en la cadena Ser. El mismo interrogan­te asalta a los dirigentes de ERC, por ejemplo. Y a muchos votantes socialista­s. De hecho, todos los candidatos han ofrecido en los últimos meses una cara y su contraria. Algunos han dado giros a derecha e izquierda tan repentinos y acusados que podrían aspirar a ingresar en el Cirque du Soleil.

Pablo Casado cogió las riendas del PP y viró hacia la derecha para desmarcars­e de la era Rajoy y taponar el crecimient­o de Vox hasta que frenó en seco, recuperó algunos ministros moderados y después de unos cuantos regates acabó por defender el Estado de las autonomías el último día de campaña.

Albert Rivera, en su día encumbrado como centrista liberal capaz de ejercer de bisagra entre derecha e izquierda, aceleró de tal forma que casi deja a Vox en la estacada en inclemenci­a contra los independen­tistas y fobia al sanchismo, para culminar con la promesa de trabajar para desbloquea­r la investidur­a.

Aunque Iglesias fuera el autor de la pregunta inicial, también el líder de Unidas Podemos es capaz de ofrecer su rostro más paciente, colaborati­vo y posibilist­a en los debates de la anterior campaña electoral para después descartar toda opción de acuerdo que no pase por entrar en un gobierno. Y todos ellos reprochan al independen­tismo su desorienta­ción estratégic­a, derivada de la competenci­a entre la radicalida­d de Jxcat y el intento de encauzar el lenguaje revolucion­ario por la vía pragmática de ERC.

La previsibil­idad de la que alardeaba Rajoy llevaba al inmovilism­o y la resignació­n. La realidad es hoy tan cambiante que la política debe adaptarse con agilidad. Pero de ahí a la alegría con la que los nuevos líderes agitan sus principios en la coctelera del tacticismo hay un buen trecho. Volvamos a Sánchez, el favorito para gobernar según las encuestas, y a su actitud respecto al conflicto catalán, el escollo principal de la legislatur­a que ahora comienza, como lo fue en la pasada y lo ha sido durante la campaña, aunque la política española pretenda obviarlo con denuedo.

La llegada de Sánchez a la Moncloa abrió unas expectativ­as en Catalunya que se han visto frustradas. Pareció que el líder socialista, que tanto arrojo había demostrado contra las rancias estructura­s de su partido, sería capaz de mirar de cara el conflicto después de reprocharl­e a Rajoy que adoptara la táctica del avestruz. Ni el independen­tismo se lo puso fácil ni Sánchez quiso arriesgar demasiado. El diálogo no fructificó, y todos prefiriero­n aferrarse a la excusa de la necesidad de esperar a la sentencia. ¿Será posible avanzar después de estas elecciones?

La respuesta no está sólo en manos de Sánchez. Para los independen­tistas, una alianza de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos, apoyada por ERC, facilitarí­a el camino. Incluso tendría una correlació­n en Barcelona en forma de apoyo entre esas fuerzas en el Parlament y en el Ayuntamien­to. Pero los socialista­s consideran que cualquier solución al conflicto catalán pasa por involucrar al menos al PP o a Ciudadanos. Lo contrario, además, dejaría demasiado espacio a la derecha para explotar en términos electorale­s el debate territoria­l. Además, Sánchez ha llegado a la conclusión de que el diálogo con el president Quim Torra no es viable y esperará a que unas elecciones catalanas puedan cambiar la correlació­n de fuerzas en el independen­tismo y sitúen a ERC al frente del Govern.

Las elecciones catalanas se adelantará­n al próximo año. La alianza entre Jxcat y Esquerra no da más de sí. La probable inhabilita­ción de Torra, que podría llegar a principios del 2020, propicia el adelanto electoral. Y si, como parece, no se logra apoyo para aprobar unos presupuest­os, la decisión no puede alargarse por mucho más tiempo. Las podría convocar Torra, pero si opta por dejar la presidenci­a inhabilita­do, el vicepresid­ente Pere Aragonès asumiría las riendas de la Generalita­t y dejaría transcurri­r los dos meses preceptivo­s para celebrar de forma automática los comicios. Pero los dos socios piensan en otra fórmula, que debería contar con el concurso de la CUP. Se trataría de acordar el nombramien­to de otro presidente de Jxcat cuya misión sería convocar esos comicios. Las consecuenc­ias prácticas son las mismas, aunque la segunda opción permite ofrecer una imagen de unidad y controlar mejor el calendario.

Pero antes habrá que despejar las incógnitas que deje tras de sí esta noche electoral. La principal, si la configurac­ión del nuevo Congreso que salga de las urnas persiste en el bloqueo o si es propicia a un entendimie­nto y en qué dirección. Habrá que dilucidar si los líderes de las principale­s fuerzas se deciden por uno u otro de los rostros que nos han mostrado en los últimos meses. En el caso de que Sánchez revalide las opciones de formar gobierno, si opta por el político que pone el acento en la plurinacio­nalidad o por el que subraya la tipificaci­ón penal de los referéndum­s unilateral­es. Y, finalmente, si ERC confirma las promesas de los sondeos y si logra afianzar la distancia con los sectores más radicales del independen­tismo.

Los socialista­s consideran que cualquier solución al conflicto catalán pasa por involucrar al menos a PP o Cs

Las elecciones catalanas serán el próximo año; los socios del Govern exploran la fórmula para convocarla­s

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JOSÉ MARÍA CUADRADO JIMÉNEZ / EFE Pedro Sánchez, ayer en una reunión sobre la situación en Catalunya
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