La Vanguardia

CARLOS ZANÓN

- CARLOS ZANÓN

Sólo faltaban dos novios, unos troncos bajo los pies y siete hermanas. Cinco eran. Cinco son. Tres, cuatro quedarán. ¿Así que el fin del mundo (tal y como lo habíamos conocido) era esto? ¿Ni una invasión alienígena, ni una Puerta de Tanhausser en llamas, ni una epidemia zombi? ¿El fin de los tiempos eran Cinco Cuñados de pie en la pantalla de tu televisor? Supera eso, Stephen King.

Y tú no querías votar pero debes ir. Otra vez. Algo parecido a cuando, de crío, no querías ir a clase porque había examen y era obvio que lo suspenderí­as. Y tu madre te obligaba. Eran aquellas unas madres coercitiva­s. Algunas, mucho. No te traían coca-colas frescas o condones a las concentrac­iones, sino que a la mínima oportunida­d te lanzaban zapatillas, refranes y frustració­n heteropatr­iarcal sin protocolo alguno. Y sí, te obligaba a ir a ese examen e ibas aun sabiendo que nada bueno iba a salir de allí. Sólo algo malo y deficiente, muy deficiente. El absoluto desastre. Si haciendo algo vas a estar peor, ¿por qué hacerlo? Pero votemos, votemos en estas elecciones. Otras más. Unas elecciones que no molan como esa fiesta a la que sabes que no has de ir y vas. Como la ex a la que no has de telefonear y telefoneas. Como ese enésimo gintonic que no has de pedir y pides. No hablamos de tentación, sino de inmolación. De algo que te va a sentar mal. De algo terrible. El horror, sí, el horror. La democracia como forma de tortura. Si es que ya no saben qué inventarse.

De los cinco (Altito, Barbitas, Adoquín, Coletas y Brutus) tres no querían elecciones hace diez días y ahora son cuatro los que sacrificar­ían lo que fuera –especialme­nte a sus asesores– para evitarlas. Sólo Brutus quiere democracia. Brutus ni se cree que le hayan dado una segunda oportunida­d. Por fortuna en el siguiente debate de candidatas, Ursa-vox demostró el nivel de la formación que representa. La veías y escuchabas y recordabas series viejas de la conquista alienígena de la Tierra y –para refrescar la memoria– te emplazabas a ver Superman 2 para tranquiliz­arte viendo cómo acaban la tal Ursa, Non y el general Zod. Si hay cuatro

de cinco candidatos que haríancual­quier cosa para hacer regresar

el tiempo a septiembre, a junio, a abril, ¿por qué nos encontramo­s con el dedo pulsando el botón rojo? Adoquín no hace nada se veía presidente de gobierno, Barbitas se podía afeitar cada mañana, Altito no había conocido a Iván Redondo, y Coletas tenía un amigo imberbe con el que asaltar los cielos. Si la mayor parte de la población no quiere votar porque votar es suspender el examen y que ganen los malos (es decir, casi cualquiera), ¿por qué hemos de votar?

Porque no tenemos ni idea de lo que significa peor en el rumbo de algo tan complejo como una sociedad, una comunidad, un país plurinacio­nal (uy, lo que he dicho). Imagínense hundirse en una piscina y pensar que, al llegar al fondo, uno se dará impulso hacia arriba y podrá, por fin, respirar. Ahora imagine que la piscina no tiene fondo. ¿Ya…? Pues un país, en su caída, nunca tiene fondo. Catalunya, tampoco.

En el despropósi­to de campaña hemos tenido, eso sí, de todo y con nuevos personajes. La Pandilla Scooby Doo en el Congreso, tan traviesill­os ellos, con ese sentido del humor particular que consiste

en reírse de las cosas que ponen se-rios a los otros, pero no se te ocurra

bromear sobre una butifarrad­a vegana o la copa menstrual. O la selección negativa llegando hasta los comandos como se comprueba en la declaració­n de algunos CDR en la Audiencia. Gandalf y Lisa, por el amor de Dios, Gandalf y Lisa… Lisa recuerda a una de aquellas multiinstr­umentistas que tenía Prince en su banda de los ochenta, y Gandalf… No veo a Gandalf ante la falta de respuesta del bosque de ents, diciendo “Quins collons!”. ¿Qué tal un oportunísi­mo guiño al cómic belga y británico con vistas a las euroórdene­s? ¿Qué tal Gargamel y Wally…? También mola ese personaje salido de Matrix entrando y saliendo de la realidad y de Vic como la candidata del PP por Barcelona. Una princesa hermanos Grimm hablando en un catalán soberbio y sembrando dudas en tietes y aguerridos CDR con cobertura TV3: dos panales de contenedor quemándose y matones esputeador­es sobre señores con traje que se han perdido en el transbordo. También conocimos al perrito Lucas y el olor a leche (algo que el porno siempre nos hurtó). Desde los regalos de ositos de peluche a Elvis en el 57 no se había visto nada

igual. Estoy deseoso de que salgan en DVD las reuniones de los aseso

res naranjas con Adoquín, un cuñado al que uno preveía espabilado y con sentido de la desproporc­ión. Ese momento cuando sus asesores le traen una camiseta jamonera, un trozo de cemento o un cachorro. ¿El fin del mundo tiene que traer esta sensación a astracanad­a? ¿No había nada mejor? ¿En serio? La comentada selección negativa hace que te plantees si la necesidad de transparen­cia y el acoso en redes no es lo peor que le ha pasado a esta sociedad desde la decisión de Fred Trump y Mary Anne Macleod de tener un cuarto hijo. Llevar a gente tan torpe y poco talentosa a encabezar listas, presidir institucio­nes y administra­r tu vida lleva a pensar que quizás un político inteligent­e y (un poco) distraído con la vuelta del dinero sepa llevar lo tuyo mejor que un sectario, un traje gris o un cachorro que huela a leche. Añoranza de políticos profesiona­les y corruptos, Rajoy como Churchill y empadronar­se en Gipuzkoa y votar al señor ese que sigue pareciendo el marido de tu hermana y no un cuñado. Si a eso le añadimos nuestro nihilismo diferencia­l de P-3 y fin de semana, tipo bufet libre de ideologías, desper

¿Así que el fin del mundo (tal y como lo habíamos conocido) era

esto? Cinco Cuñados de pie en la pantalla del televisor. Nuevas elecciones. Otras más. Votar para ir a peor. La democracia como forma de tortura. Si es que ya no saben qué inventarse.

fectos y esplín aburridote, tene-mos un menú tremendo con una

digestión difícil y pesada, que no vamos a poder evitarnos sufrir. España ingobernab­le, Catalunya intrascend­ente, Barcelona lisiada.

Pero votemos, votemos. Votemos para llegar a algún sitio. Votemos porque perder 2 a 0 no es como perder 15 a 0. No son los puntos sino la dignidad, el respeto, la valoración de las fuerzas del adversario al que sólo has podido ganar por dos goles. Votemos para evitar el colapso. Votemos para que nos salve Superman-2.

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PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP
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