Jair Bolsonaro
Presidente de Brasil
Bolsonaro ha quedado retratado dos veces en pocos días. La puesta en libertad de Lula deja en falso a su ministro Sérgio Moro. La violencia policial indiscriminada en las favelas, que el presidente aviva, le señala directamente a él.
Luiz Inácio Lula da Silva nunca se fue de la vida política brasileña, sobre la que la figura del expresidente ha planeado a pesar del año y siete meses que ha pasado en una cárcel especial de Curitiba. A sus 74 años, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) demostró que la cárcel no ha hecho mella en su personalidad y que sigue igual de combativo y carismático que siempre. A las puertas de la prisión se dejó querer por sus partidarios y ofreció un improvisado mitin donde dejó claro que sigue siendo el líder indiscutible de la izquierda brasileña. Luego se trasladó a su feudo, São Paulo.
El exsindicalista tardó apenas unos minutos en libertad en pasar cuentas con sus adversarios, reiteró su inocencia, aseguró que vuelve a la arena política y anunció que piensa recorrer el país proponiendo una alternativa al Gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro. “Salgo de aquí con un gran sentimiento de agradecimiento; quiero demostrar que este país puede ser mucho mejor cuando tenga un gobierno que no mienta en Twitter como hace Bolsonaro”, indicó Lula.
El exmandatario cargó contra los responsables de su encarcelamiento, que considera injusto, sin olvidarse de Sérgio Moro, ministro de Justicia y exjuez del caso Petrobras, que le condenó. “Necesitaba resistir para luchar contra el lado podrido del Estado, de la Policía Federal, de la Fiscalía, de la Justicia”, aseguró. “Trabajaron para criminalizar a la izquierda, a Lula y al Partido de los Trabajadores”, agregó. “Si tomamos a (Deltan) Dallagnol (jefe de fiscales del caso Petrobras), Moro y otros inspectores y los metes dentro de un exprimidor, lo que sobra de ellos no es ni el diez por ciento de la honestidad que yo represento en este país”, afirmó el expresidente. “Hay un grupo de mafiosos en este país”, añadió, responsabilizando también a Globo, el principal grupo mediático brasileño, que también está enfrentado a Bolsonaro, de quien recibe ataques constantes.
Lula obtuvo la libertad a última hora del viernes, después de que el Supremo Tribunal Federal se desdijera de su propia jurisprudencia del 2016 y en un polémico fallo decretara que, para delitos no violentos, el ingreso en prisión sólo debe producirse cuando concluyen todas las apelaciones posibles. El líder progresista fue sentenciado en el 2017 en primera instancia por Moro a nueve años y seis meses de prisión por corrupción. Un tribunal de segunda elevó la pena a doce años y un mes, tras lo cual ingresó en prisión en abril del 2018; un año después, vio rebajada su condena a ocho años y diez meses. Aún tiene pendiente la apelación a la última instancia, el Supremo. Por tanto, Lula puede permanecer en libertad mientras el Alto Tribunal no se pronuncie. Pero el exsindicalista afronta nueve procesos judiciales por corrupción ante la justicia.