La Vanguardia

El morbo del juicio a un presidente

El proceso ideado por los padres fundadores de EE.UU. para parar los pies a los tiranos se ha usado en escasas ocasiones

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Incluyendo a Donald Trump, el Congreso de Estados Unidos sólo ha utilizado en cuatro ocasiones el poder que los padres fundadores le reconocier­on para parar los pies a presidente­s devenidos en tiranos. Mejor poder destituirl­os como a cualquier otro funcionari­o, como se hacía en la edad media en Inglaterra, que asesinarlo­s como en la antigua Roma o las monarquías europeas, alegó Benjamin Franklin. En ningún caso se ha llegado a echar a nadie de la Casa Blanca, pero, acabe como acabe, el impeachmen­t es el máximo deshonor que puede sufrir un presidente. El procedimie­nto se estrenó en 1868 con Andrew Johnson y durante más de 100 años no se volvió a utilizar. En el espacio de medio siglo, son ya tres los presidente­s puestos en la picota: Richard Nixon, Bill Clinton y, ahora, Donald Trump. Aunque los casos y el contexto histórico son muy diferentes, lo que no ha cambiado es la fascinació­n, rozando el morbo, de los estadounid­enses por el juicio político a sus presidente­s. En el siglo XIX, había tanta gente a las puertas del Capitolio para seguir el impeachmen­t a Johnson que el Senado ideó un sistema de tickets para regular las entradas. En el caso de Nixon, el público pudo seguir las audiencias en directo por televisión. La aparición de internet dio una nueva dimensión al debate sobre Clinton. Con Trump la segunda pista del impeachmen­t estará en las redes sociales.

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