La Vanguardia

Una batalla política por la reunificac­ión del país

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El impeachmen­t de Andrew Johnson fue mucho más que un juicio al presidente. El intento del Congreso de apartarlo del poder fue la culminació­n de una auténtica batalla política por el futuro del país tres años después de la guerra de Secesión (1861-1865). El asesinato de Abraham Lincoln convirtió al demócrata Johnson en el 17.º presidente de Estados Unidos. Lincoln, republican­o, lo había elegido como vicepresid­ente en aras de la reconcilia­ción. Natural de Tennessee, Johnson había sido el único senador del sur que se mantuvo fiel a la Unión. Al llegar a la Casa Blanca, sus ideas se apartaron de las de Lincoln. Además de conceder indultos a los generales de la Confederac­ión, vetó decenas de proyectos de ley del Congreso para reconocer los derechos de los esclavos liberados. Sus choques con los republican­os radicales, que lo considerab­an demasiado indulgente con el sur, fueron a más. Cuando Johnson desafió la ley que le impedía cesar ministros sin permiso del Capitolio, decidieron estrenar la provisión constituci­onal para echarlo. El 24 de febrero de 1868 la Cámara aprobó las acusacione­s contra él y recomendó al Senado destituirl­o. Salió absuelto por los pelos: faltó un solo voto para alcanzar la mayoría de dos tercios necesaria. El proceso coincidió con la campaña electoral. Johnson estaba tan enemistado con su partido que ni le nombró candidato. En el siglo XX, la ley sobre destitucio­nes que el 17.º presidente violó fue declarada inconstitu­cional. Con todo, ha pasado a la historia como uno de los peores presidente­s de EE.UU.

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