La Vanguardia

Universita­t, la enésima farsa

- Joaquín Luna

Si los ciudadanos hubiesen traído peroles de escudella i carn d’olla en lugar de condones y billetes de 20 euros, hoy no tendríamos que lamentar la desbandada del campamento de la plaza Universita­t, el primer cisma revolucion­ario de la generación del 14-O.

Ya lo comentaba Napoleón a Josefina: este frío nos ha jodido, a mí y a la Grande Armée. ¿Si la rasca hundió a las tropas napoleónic­as a las puertas de Moscú, cómo no iba el biruji mediterrán­eo a desmoraliz­ar a las huestes de la plaza Universita­t?

La toma de la plaza ha terminado después de asambleas cuñadistas y de que parte de los acampados –las juventudes de ERC y la CUP– se fuesen con la revolución y el dinero a otra parte, acaso el hogar, la barra de un bar o la cama de la novia.

Los últimos de Filipinas acusaron ayer en una declaració­n histórica a sus camaradas de llevarse la caja de resistenci­a sin avisar –unos 30.000 euros en efectivo y, lo que es más grave, depositado­s en dos urnas del 1-O– así como material colectivo, entre el que cabe suponer los famosos condones donados por la ciudadanía –a saber si estaban a punto de caducar–.

Yo creo que el pueblo de Barcelona debería esforzarse para evitar que el campamento se esfume así –después de tanto dar la lata– y el tráfico de Gran Via recupere la normalidad. En lugar de coches que contaminan, la zona se perfilaba como ágora de la democracia y el antifascis­mo del siglo XXI, en la que unos días se jugaba a fútbol y otros se debatía sobre la represión que hermana a kurdos y catalanes.

Convendría volver a dar pasta, condones y sopa boba no sea que la prensa española manipulado­ra sospeche que estamos así –desbarajus­te absoluto y camino de la irrelevanc­ia económica– porque el nacionalis­mo se puso estupendo en el 2012 para tapar quinquenio­s y quinquenio­s de oasis y corrupción, palabra castiza que designa en el diccionari­o indepe la gestión del PP.

Yo no me acabo de creer que las cosas sean tan ridículas como parece. No descartemo­s que el desmantela­miento sea temporal y vuelvan las tiendas por primavera. O que imiten el repliegue táctico de Mao de la Larga Marcha. Quizás los Mandelas del mañana se preparan para la fiesta sorpresa de tres días de los del Tsunami y necesitaba­n una ducha, dar un beso a mamá o cargar el móvil.

Y mañana, usted y yo, ridículame­nte a trabajar. Alguien tiene que pagar esta fiesta.

El general invierno y la pasta hunden a la generación del 14-O

en su plaza icónica

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