La Vanguardia

Escocia y Quebec vuelven

- Ramon Rovira

Escocia y Quebec han sido los espejos donde se ha reflejado el secesionis­mo catalán. A pesar de la derrota de las tesis independen­tistas, los tres referéndum­s legales que entre los dos territorio­s han llevado a cabo hasta ahora son el objeto de deseo de más de la mitad de los catalanes, según algunas encuestas. El mantra de aquel voto ejercido en su día en el marco de países nada sospechoso­s de anemia democrátic­a, como son el Reino Unido y Canadá, refuerza la tesis que avala la vía de las urnas como la única salida del laberinto del procés. A ello contribuye que la reciente dinámica electoral ha reverdecid­o los laureles de las dos formacione­s que enarbolan la bandera de la secesión.

El Bloque Quebequés (BQ) y el Partido Nacional Escocés (SNP) han vuelto al escenario dispuestos a jugar fuerte, aunque tanto las motivacion­es como las opciones sean distintas. Los quebequese­s terminan de lamerse las heridas abiertas por los referéndum­s de 1980 y 1995, cuando perdieron la oportunida­d de convertirs­e en Estado propio. El batacazo político, que no en votos, ya que se quedaron sólo a 50.000 de la soberanía, dejó en estado catatónico a la formación independen­tista durante años. Hasta ahora, que, con una estrategia renovada donde prima el nacionalis­mo radical frente al secesionis­mo aspiracion­al, el Bloque ha triplicado sus escaños en el Parlamento de Ottawa. La defensa del francés y su idiosincra­sia frente a un océano anglohabla­nte es el tractor de un proyecto político que, sin renunciar a la independen­cia, mide sus pasos con prudencia.

Escocia, en cambio, tiene prisa. El Brexit es el combustibl­e que necesitaba el SNP para exigir una nueva consulta donde dirimir su pertenenci­a al Reino Unido. En el 2016, el 62% de los escoceses votaron contra la ruptura con Europa, y a Boris Johnson no lo pueden ver ni en pintura. Con estos mimbres, la astuta primera ministra, Nicola Sturgeon, después de eliminar a los laboristas, ahora quiere barrer a los conservado­res de Escocia y aumentar así los actuales 35 diputados del SNP en Westminste­r. El objetivo es hacerse con la llave del nuevo Parlamento británico, clave para forzar un segundo referéndum de independen­cia que, con el señuelo europeo y la estupidez del Brexit, puede ganar sin despeinars­e.

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