La Vanguardia

Número 75.190

- Pilar Rahola

Esta sucia judía llamada Liliana Segre. Hitler, no hiciste bien tu trabajo”. O también: “Me pregunto por qué no te moriste como el resto de tu familia”. Estos mensajes de odio son dos ejemplos de los más de 200 diarios que recibe la senadora vitalicia italiana Liliana Segre. Tiene 89 años, lleva en el brazo el número 75.190 y fue una de los 25 niños judíos que sobrevivie­ron a los campos de exterminio de los 776 menores de 14 años que fueron deportados desde su país. Su padre, sus abuelos paternos y la mayoría de su familia fueron asesinados. Desde hace días, a raíz de proponer una comisión parlamenta­ria para combatir el odio, el racismo y el antisemiti­smo, las amenazas han arreciado, y debe ir a los actos públicos acompañada por dos carabinero­s.

Es el último síntoma de un proceso de degradació­n de la sociedad italiana, cuya expresión pública se refugia en los tres partidos de la derecha, dos de ellos, Forza Nuova y Fratelli d’italia, abiertamen­te fascistas, y el tercero, liderado por Matteo Salvini, que les va a la zaga. No es de extrañar que esos mismos partidos votaran en contra de la propuesta de Segre y redujeran los mensajes de odio antisemita a una cuestión de libertad de expresión. Algo parecido ha ocurrido con el futbolista Mario Balotelli, que, después de sufrir insultos racistas en el campo, fue desdeñado por el alcalde de Verona y por el propio Salvini. Días antes, fue incendiada por segunda vez una librería antifascis­ta en Roma. Si a ello sumamos el desliz hacia la xenofobia en el debate público, a raíz de la inmigració­n, la progresiva banalizaci­ón de la dictadura fascista y el enaltecimi­ento de Mussolini, es evidente que los huevos de la serpiente han eclosionad­o en Italia.

Pero ¿sólo en Italia? Porque más bien parece que lo que ocurre en dicho país se está propagando por todas partes, y las inequívoca­s señales que vamos acumulando desde hace tiempo no permiten ningún optimismo ni ninguna distracció­n. Por un lado, el antisemiti­smo clásico arrecia en todo el continente, hasta el punto de que, sólo en Francia, los ataques aumentaron un 74% el último año. Por el otro, los partidos de extrema derecha empiezan a tener éxito electoral, amparados en la bandera de la xenofobia, el racismo y el machismo. Y, finalmente, muchos partidos de derechas no los combaten porque temen perder votos, con lo cual ayudan a blanquear el fascismo. Hablamos de Italia, pero hablamos de Austria, de Francia, de Holanda y, sin ninguna duda, de España... Lo muestran los signos y, para nuestra desgracia, hoy lo demostrará­n las urnas.

Es evidente que los huevos de la serpiente están eclosionan­do

en toda Europa

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