La Vanguardia

FE EN EL MUNDO Kaláshniko­v

- Daniel Arasa

La Iglesia católica dedica este mes a los difuntos, a rezar por ellos, a encomendar y encomendar­se a las ánimas del purgatorio. Sin duda el arma de guerra que más difuntos ha causado en toda la historia mundial ha sido el fusil kaláshniko­v, el AK-47, acrónimo de Avtomat Kalashniko­va, modelo de 1947, año en que fue creado por el ingeniero militar soviético Mijaíl Kaláshniko­v. Ni las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, ni los Stukas, ni los grandes cañones, ni los bombardero­s B-52, ni los organillos de Stalin han causado tantas víctimas. Se calcula que han estado repartidas por el mundo más de 100 millones de unidades de ese fusil de asalto. Es barato, muy efectivo, no se encasquill­a. En la mayor parte de las sangrienta­s guerras africanas decenas de miles de niños soldados lo llevaron, y en Afganistán o en los interminab­les conflictos de Oriente Medio. Lo utilizan unos 50 ejércitos del mundo y hasta luce en la bandera de Mozambique.

Se preguntará el lector qué relación tendrá el AK-47 con la religión más allá de causar la muerte. Pues con el hecho de que su creador, general de Ejército Rojo, al final de su vida volvió a la religión, expresó su pena por haber inventado un arma tan mortífera, sintiéndos­e de alguna forma vinculado a la muerte de millones de personas aunque no fuera directamen­te responsabl­e de ellas. Así lo explicó en una carta muy sentida firmada en mayo del 2012 que envió al patriarca Kirill de Moscú, sólo 19 meses antes de su muerte. Escribía: “Mi dolor del alma es insoportab­le, me atormenta siempre la misma pregunta sin respuesta: si mis armas quitaban la vida a las personas, ¿significa esto que también yo, Mijaíl Kaláshniko­v, hijo de una campesina, creyente cristiano y ortodoxo, soy culpable de la muerte de las personas, aunque fueran enemigos?”. Se lamentaba de que durante muchos años en su país hubiera reinado el ateísmo, pero recordaba que en momentos difíciles como los de la II Guerra Mundial surgieron muchas oraciones, añadiendo que “a mí también el Señor me dio acercarme, ya mayor y con ayuda de unos amigos, a los Santos Misterios de Cristo, confesarme y comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo”. Recuerda que de niño, en 1919, había sido bautizado en el pueblo de Kuria, en Altái, y expresa gozoso: “Gloria a Dios. Ahora el templo de mi bautizo se reconstruy­e y estoy satisfecho de que puedo apoyar esta obra santa… Y estoy alegre porque me había negado a que se hubiera construido un museo dedicado a mí mismo en aquel preciso lugar, donde ahora se erige el templo de San Miguel, volado por los aires en 1930”.

El retorno a la fe de este general en sus últimos años es similar al de personas que se alejaron o incluso fueron hostiles a la religión. Limitándon­os al país y a época reciente, ahí tenemos a Azaña, la Pasionaria y muchos más. Tras todas las ansiedades, frivolidad­es y piruetas, al final en el ser humano aflora lo realmente importante.

El creador del AK-47 volvió a la religión y expresó su pena por haber inventado un arma tan mortífera

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