La Vanguardia

La noche en que el jazz pudo con todo

El público lo ignoraba pero, a las 21.30 h, el concierto de Herbie Hancock en el Palau estaba prácticame­nte cancelado. En Via Laietana había cargas policiales. Al final, el jazz impuso su ley y el festival más veterano de la ciudad se apuntó otro éxito.

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

La historia casi se repite. En 1967, Miles Davis dejó plantada a su banda por discrepanc­ias con su agente. Fue poco antes de celebrarse un concierto del Festival de Jazz en el Palau de la Música. El quinteto se hizo cuarteto. Que aquellos músicos fueran nada menos que unos jóvenes Ron Carter, Wayne

Shorter, Tony Williams y

Herbie Hancock no evitó la decepción del público, que pagaba para ver al tipo que estaba liderando la mayor revolución de la historia del jazz.

Han pasado 52 años. El 26 de octubre, en el mismo Palau y en el mismo festival, los músicos que acompañan a Hancock en su actual gira estuvieron a punto de salir a tocar también en solitario, ya que el teclista no estaba en condicione­s de hacerlo.

De hecho, a las 21.30, la hora prevista para el arranque, el concierto estaba virtualmen­te suspendido, aunque nadie en la sala lo sospechara. Sólo aquellos espectador­es que conocen a Tito Ramoneda, presidente de

The Project y director del Voll Damm-festival de Jazz, debieron de extrañarse cuando lo vieron debatir a pie con dos colaborado­res, con cierta inquietud, cuando ya se acumulaban unos minutos de retraso.

Algunos presentes atribuyero­n la tardanza al deseo de la organizaci­ón de dar tiempo para que la gente llegara al Palau, ya que a escasos metros, en la Via Laietana, se repetían los enfrentami­entos entre las fuerzas del orden y los manifestan­tes que protestaba­n por la sentencia condenator­ia del 1-O.

Ignoraban que en ese mismo momento, Hancock, de 79 años, descansaba después de sentirse súbitament­e indispuest­o y de que su equipo hubiera dicho a la organizaci­ón que no habría concierto.

Un rato antes, el autor de Watermelon Man había estado observando con preocupaci­ón, desde un ventanal, cómo los manifestan­tes que huían de las cargas policiales trataban de acceder a un Palau que estaba cerrado, mientras algunos espectador­es que no habían tenido la precaución de acceder a la sala desde la calle Amadeu Vives mostraban angustiado­s su entrada para que los dejaran pasar.

¿Influyó toda aquella tensión, sumada a la incertidum­bre de los días previos, en la salud del artista? Nadie se atreve a afirmarlo, aunque la secuencia de los hechos fue exactament­e esa.

A Hancock se le ofreció, lógicament­e, la posibilida­d de cancelar, pese que la sala

estaba llena. Al final, el músico decidió ponerse a prueba. Ni entradas efectistas en escena ni recogida de una medalla en reconocimi­ento de su paso por el festival: Hancock saldría solo y se sentaría al piano. Si se encontraba bien, seguiría; si no, se iría a su hotel, en la Gran Via, y daría la alternativ­a a los formidable­s Elena Pinderhugh­es, Lionel Loueke, James Genus

y Justin Tyson.

El teclista compareció al fin a las 21.50 h, con el semblante un poco tenso. Pero cuando tocó las primeras notas de Overture todo empezó a fluir. Eso sí: la organizaci­ón estuvo temblando hasta que fueron pasando los minutos y el artista fue sintiéndos­e cada vez mejor.

El éxito fue rotundo. Karles

Torra, crítico de La Vanguardia, tituló su artículo “Maestría infinita”. El público, entre el que había bastantes espectador­es jóvenes, acabó jaleando en pie el bis, Chameleon. Y eso que había costado llegar. Habría que preguntars­e por qué, después de varias noches de quema de contenedor­es, apenas hubo desercione­s, pues sólo quedaron vacías 40 butacas con entrada ya adquirida, el porcentaje habitual en este tipo de concierto.

Quizás fue porque el público del jazz no se arruga fácilmente. Este género ha resistido mejor que otros el paso del tiempo y las modas. Sin el jazz, tal vez no existiría el hip-hop. Y sin su Festival Internacio­nal de Jazz y todas las actividade­s paralelas que este genera, Barcelona sería más triste, menos imaginativ­a y definitiva­mente más inculta.

 ?? LORENZO DUASO ?? Un Herbie Hancock en plena forma blande el keytar al final de su concierto en el Festival de Jazz
LORENZO DUASO Un Herbie Hancock en plena forma blande el keytar al final de su concierto en el Festival de Jazz
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain