La Vanguardia

Si Rodoreda fuera Kantor

La mort i la primavera

- JUAN CARLOS OLIVARES

Adaptación y dirección: Joan Ollé

Intérprete­s: Joan Anguera, Pepo Blasco, Sara Morera, Rosa Renom, Francesc Colomer, Roger Vilà

Lugar y fecha: Sala Petita, TNC (27/X/2019)

Con la adaptación de La mort i la primavera Joan Ollé ha elevado la apuesta que hace quince años hizo con otro texto no dramático de Mercè Rodoreda. Después de todo este tiempo, su versión de La plaça del diamant sigue siendo un referente de éxito. La pregunta es si las exquisitas cartas literarias que le ofrece de nuevo la autora sirven para volver a ganar la mano en el escenario. Quizás, si Ollé hubiera insistido en la austeridad de la voz narradora –opción que el mismo texto regala– en vez de crear una negrísima fábula con casi todas sus criaturas en escena.

Cuento terrible que estéticame­nte resuelve con los andrajos de un campo de concentrac­ión

–realidad que la propia Rodoreda conoció a través de Armand Obiols– y elementos del teatro de la muerte del polaco Tadeusz Kantor, como la inquietant­e presencia de figuras inanimadas que parecen haber volado por el éter de la historia del teatro desde La pequeña finca.

Todas las voces son y están en la del narrador: el adolescent­e protagonis­ta. Un Francesc Colomer que resuelve su rol con un persistent­e estupor y que relata su angustiada existencia con la sabiduría de un anciano. Voz que llega al espectador con la distancia de un relato bíblico. La voz lejana de una extraña comunidad sometida al terror de sus propias leyes y ritos sobre la vida y la muerte. Un ensimismam­iento paranoico que recuerda a los autoexilia­dos de El bosque de Night Shyamalan.

Ningún personaje se escapa del peso de su dimensión simbólica, ni siquiera el señor medieval que los vigila desde la cima de la montaña. Él tampoco puede zafarse de las estrictas reglas que exigen que la muerte se reciba con el cuerpo lleno de cemento. Aparición de Joan Anguera que en esta función tiene la apariencia de Jean Pierre Leaud en La muerte de Luis XIV de Albert Serra. Y como el amo van desfilando por la Sala Petita del TNC casi todos los personajes imaginados por Rodoreda, incluida ella misma en la figura de Rosa Renom. Sale el preso nihilista (Pepo Blasco), el hijo del herrero (Roger Vilà) y la joven madrastra (la debutante Sara Morera llevando el ansia al límite).

Ollé opta por una extraña atmósfera de auca simbolista. Pesadilla que reivindica otro de los postulados de Kantor: crear la impresión de que el espectador está en el escenario. Ese es el efecto cuando haces de luz sumergen al público con el protagonis­ta en las frías aguas que rodean al pueblo. Pero esta puesta en escena onírica contrasta con el pesimismo radical que trasmite esta novela inconclusa en la que –como en los campos de exterminio– el suicidio, la decisión sobre la propia muerte, parece ser el único gesto posible de rebelión y libertad.

Joan Ollé opta por una puesta en escena onírica que contrasta con el pesimismo radical que transmite la novela

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