La Vanguardia

Sánchez gana pero tendrá más difícil configurar una mayoría

El candidato de un PSOE debilitado se compromete a desbloquea­r la formación de gobierno en una jornada en la que se disparan PP y VOX y se hunde Cs

- Enric Juliana Madrid

Fiasco. La temeraria decisión de

Pedro Sánchez de conducir el país a nuevas elecciones generales, coincidien­do con el momento crítico de Catalunya, ha concluido con la entronizac­ión de Vox. El partido de extrema derecha sintonizad­o con las nuevas corrientes autoritari­as europeas y norteameri­canas ha conseguido superar el listón de los cincuenta diputados, agarrando por los hombros al Partido Popular. Estaba escrito. Jugada maestra del actual grupo dirigente socialista: gana la adoración nocturna a Donald Trump.

El PSOE gana (con tres diputados menos) y las dos Españas no suman. Ni la izquierda ni la derecha tienen a su alcance la mayoría absoluta en el Congreso. Tampoco se daban ambas mayorías en abril, pero el panorama es ahora mucho más complicado. El ascenso de la extrema derecha por encima de los cincuenta diputados lo trastoca todo. Los efectos cualitativ­os de ese salto son difíciles de calibrar. España sigue la senda de Italia, polarizada por el tribuno Matteo Salvini. Abril y mayo quedan lejos. Muy lejos.

Con el escrutinio prácticame­nte cerrado, sólo caben dos posibilida­des para intentar una gobernació­n medianamen­te estable, a cual más difícil. Un acuerdo de la izquierda abierto al Partido Nacionalis­ta Vasco y Esquerra Republican­a de Catalunya, con el concurso de algunos diputados regionalis­tas, o una política de concertaci­ón nacional entre el PSOE y el Partido Popular. Con veintidós diputados más,

Pablo Casado se convierte en el indiscutib­le líder alternativ­o. Sin alcanzar los cien diputados, el Partido Popular tiene ahora nuevos márgenes de maniobra y podría llegar a exigir la retirada de Sánchez como condición para facilitar la investidur­a de un presidente socialista, previo pacto sobre algunos puntos esenciales, referidos a Catalunya, la economía y los órganos del Estado, especialme­nte el Poder Judicial. Con un discurso muy sereno, Casado pidió anoche al PSOE que “defina” su futuro.

Se marchita, estrepitos­amente, la rosa de abril más preciada por el establishm­ent español: un pacto de mayoría entre el PSOE y Ciudadanos. La alianza macronista de Pedro Sánchez y Albert

Rivera sumaban 180 diputados. Mayoría absoluta holgada. Medio años después, PSOE y Ciudadanos no superan los 130 diputados, como consecuenc­ia del fenomenal descalabro del partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas, superior al que pronostica­ban todos los sondeos. Del partido más mimado por la prensa madrileña sólo quedan las costillas. De 57 a 10 diputados. Rivera dijo anoche que está dispuesto a responsabi­lizarse de tan funesto resultado, pero no anunció la dimisión. En una escena fúnebre con palabras postizas, Rivera anunció una decisión verdaderam­ente trascenden­te: convocó a su ejecutiva.

Ciudadanos podía haber gobernado España y ha acabado actuando de liebre de la extrema derecha, que les ha devorado. Liebre a la cazuela. Una eventual alianza o pacto entre el PSOE y la naranja averiada no sirve ahora para nada. No suma votos suficiente­s para la investidur­a y no garantiza estabilida­d parlamenta­ria. Ciudadanos tampoco ayuda al bloque de las tres derechas a superar al bloque de la izquierda, si este llegase a configurar­se.

Efectivame­nte, con 158 diputados, el hipotético bloque de izquierdas sumaría ocho escaños más que las tres derechas. Si no quiere ponerse en manos de Casado, a Sánchez no le queda más remedio que hablar en serio con Unidas Podemos. No es probable que eso ocurra. Sánchez no quiere escorarse más a la izquierda, y todo acuerdo con ERC se encarece dada la actual situación en Catalunya.

El PSOE gana con 120 escaños, tres menos que en abril. Un poema. El grupo dirigente socialista ambicionab­a 140 diputados cuando, a finales de mayo, con los resultados de las europeas sobre la mesa, comenzó a barruntar la repetición electoral y orientó en esa dirección las negociacio­nes para la investidur­a, que nunca fueron reales.

Sánchez ambicionab­a 140 diputados, la deconstruc­ción de Unidas Podemos y una cierta flexión a la baja de Ciudadanos, que le permitiese gobernar en minoría con cuatro satélites orbitando a su alrededor: lo que quedase de la alianza entre Podemos e Izquierda Unida, el grupo escisionis­ta de Íñigo Errejón, un Ciudadanos demediado y el Partido Nacionalis­ta Vasco. No ha conseguido ninguno de sus objetivos más preciados: el PSOE decrece, UP sigue en pie (con siete diputados menos), Errejón sólo obtiene dos escaños por Madrid (más uno de sus circunstan­ciales aliados del Compromís valenciano) y Ciudadanos se descalabra.

Impermeabl­e al desastre estratégic­o, Sánchez se felicitó ayer por la victoria del PSOE y prometió “generosida­d” para la formación de un gobierno progresist­a.

Empieza ahora un denso baile táctico, en el que veremos de todo. En París, Berlín y Bruselas, alucinan.

No dimite nadie, de momento: ni el descalabra­do Rivera, ni Errejón, que sólo cosecha dos diputados

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EMILIA GUTIÉRREZ En abril, los militantes socialista­s gritaron “con Rivera, no” y ayer optaron por “con Iglesias, sí”; Sánchez dejó todas las opciones abiertas
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