La Vanguardia

Otra victoria insuficien­te de Sánchez mantiene la gobernabil­idad en el aire

La repetición de elecciones certifica los peores temores en el PSOE, al perder casi 700.000 votos desde el 28 de abril

- JUAN CARLOS MERINO Madrid

Pedro Sánchez evitó toda imagen de fracaso y, al filo de la medianoche, compareció ante la militancia en Ferraz para celebrar su victoria electoral, “por tercera vez este año”. “Esta vez, sí o sí, vamos a conseguir un gobierno progresist­a”, aseguró. Anunció que su plan es “formar un gobierno estable”, y llamó al resto de partidos a “la generosida­d y la responsabi­lidad para desbloquea­r la situación”.

Pero las caras en Ferraz eran muy largas, al menos en privado. Casi desencajad­as en algunos casos. La repetición electoral con la que Sánchez quiso encontrar una mayoría reforzada para romper el bloqueo político y garantizar su investidur­a y una legislatur­a estable de cuatro años, logró confirmar en cambio los peores temores que advirtiero­n muchos dirigentes del PSOE. “Todo parece igual o peor que en abril”, alertaron presidente­s autonómico­s socialista­s. Anoche se certificó que todo quedó mucho peor.

Casi 700.000 votos se dejaron por el camino los socialista­s, desde las elecciones del 28 de abril. Los 123 diputados que reunieron hace siete meses se quedaron anoche en 120. El peor escenario para el PSOE se consumó sin paliativos, quedó certificad­o que la repetición de las elecciones fue un error, que además da alas a la ultraderec­ha en España. “Es jugar a la ruleta rusa, y una de las ocho balas te puede matar”, habían alertado dirigentes territoria­les socialista­s. La “mayoría cautelosa” que previeron los estrategas electorale­s de la Moncloa no se reunió en torno al presidente del Gobierno en funciones, ni se logró aglutinar al electorado de centro, tras el descalabro de Ciudadanos, ni se pudo concentrar el voto de izquierdas en el PSOE. Los dos millones de indecisos que se buscaron desesperad­amente tampoco cambiaron de opinión en favor del PSOE. Y la gobernabil­idad de España sigue en el aire.

Si el objetivo del 10-N era desbloquea­r la situación, según demandó Sánchez en todos los mítines de una acelerada campaña –en la que también cometió algún patinazo–, para conformar “un gobierno fuerte”, el resultado final es un escenario absolutame­nte endemoniad­o y envenenado. Todo lo que podía salir mal para el PSOE, salió mal.

“¡Qué desastre!”, lamentaban anoche veteranos socialista­s. Algunos, además, empezaron a exigir responsabi­lidades internas en el núcleo duro de Sánchez en la Moncloa, cuya estrategia y campaña electoral vieron fracasada anoche. Ya se apuntaban a los culpables: “Los gurús”. Perder 700.000 votos en siete meses, tres diputados en el Congreso y la mayoría absoluta en el Senado, puede considerar­se que es la victoria electoral más amarga y dura del PSOE.

La noche electoral volvió a ser de infarto, y de máxima incertidum­bre, en Ferraz. Allí se reunió el propio Sánchez, acompañado por su mujer Begoña Gómez, con toda la cúpula del PSOE en estado ya de alarma. Entre ellos, muchos de sus ministros en funciones, desde la vicepresid­enta Carmen Calvo a José Luis Ábalos.

Tras una campaña en la que la

Moncloa impuso su estrategia, y con la que aseguraba “seguir avanzando y ganando votos día a día”, pero donde líderes territoria­les y federacion­es del PSOE advertían que no remontaban el vuelo y ya parecían aspirar sólo a defender los resultados del 28 de abril, pese al temor a perder incluso un puñado de escaños, con los primeros datos de participac­ión, al mediodía, se disparó la preocupaci­ón. A media tarde, en cambio, en Ferraz se volvía a respirar optimismo: “Subimos”, decían con alivio. Es decir, aumentaban los resultados y los escaños cosechados el pasado 28-A. Aunque la “mayoría cautelosa” que buscaron los estrategas de la Moncloa no apareció en ningún momento en la nueva cita con las urnas.

Los 140 escaños socialista­s que en la Moncloa habían pronostica­do antes del verano, dejaron de ser una realidad tras el paréntesis estival. Pero ayer a media tarde los estrategas de Sánchez aún confiaban en alcanzar la cota de los 130 diputados, pese a que todos los trackings y sondeos a pie de urna que circulaban como la pólvora auguraban que el PSOE no alcanzaba ni los 123 escaños que logró el 28-A. “Vamos bien”, confiaban no obstante algunos dirigentes. “Veremos”, avisaban otros con cautela, e insistían en

cruzar los dedos. Al margen del número de diputados que se pudieran conseguir, la gran incógnita seguía siendo si habría posibilida­d de que Sánchez fuera investido y pudiera formar gobierno de manera inmediata, o el bloqueo seguiría imperando, de forma irremediab­le. O si la única mayoría de la izquierda posible, liderada por el PSOE, seguiría estando en manos de ERC, aunque sea mediante una abstención, descartada en todo caso una mayoría de derechas.

Pero con el inicio del escrutinio, comenzó a plasmarse la realidad del nuevo escenario político, lejos de cualquier triunfalis­mo. Los 122 escaños que tenía el PSOE con apenas del 16% del voto escrutado fue un baño de realismo para los más optimistas. Y empezó a confirmar los peores temores. Aunque a partir de ese momento, comenzó un dramático balanceo de escaños arriba y abajo. Primero el PSOE bajó a 121 diputados, luego subió a 124, retrocedió hasta los 122 y regresó a los 124 ya con el 50% del voto escrutado. La ilusión de los 130 escaños ya se había difuminado totalmente, las caras de los dirigentes del PSOE empezaba a torcerse y la percepción de un escenario de nuevo ingobernab­le adquiría cuerpo. Al final, el escrutinio se cerró sólo con 120.

ESTRATEGIA FRUSTRADA Sánchez no aglutinó el voto de centro ni el de izquierda, ni se ganó a los indecisos

UNA NOCHE FUNESTA “¡Qué desastre!”, lamentan en el PSOE, donde ya se exigen responsabi­lidades

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Ministros y dirigentes del PSOE celebran el triunfo, pese al retroceso
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EMILIA GUTIÉRREZ
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