La Vanguardia

¿Más fuertes y más irrelevant­es?

- Francesc-marc Álvaro

El independen­tismo vuelve a ganar las generales en Catalunya, crece porcentual­mente y obtiene un diputado más (23) de los que tenía en el Congreso a la vez que ERC vuelve a ser la primera fuerza por delante del PSC (que resiste), pero la fotografía del país tiene un acento diferente si se compara con los resultados de abril: la entrada de dos diputados de la CUP (la primera vez que los anticapita­listas se presentan a unos comicios españoles) y la suma de un escaño más por parte de Jxcat indica que la estrategia gradualist­a de ERC sigue siendo la preferida para el votante soberanist­a, pero recula un poco en beneficio de las dos opciones que propugnan contribuir al bloqueo de la gobernabil­idad española (“plantar cara”, según Laura Borràs) para poner de relieve el conflicto catalán. Carles Puigdemont ha vuelto a contar con el impulso involuntar­io de la Fiscalía para hacer campaña.

El impacto de la sentencia del juicio del procés en el Supremo y que Catalunya haya sido el asunto principal de la campaña de las grandes formacione­s de ámbito estatal han movilizado al votante independen­tista, pero lejos de las cifras registrada­s en las elecciones catalanas. El voto a partidos favorables a la independen­cia ha llegado ahora al 42,6%, mientras en las generales de abril fue del 39,4%, sumando a ERC y Jxcat las papeletas de Front Republicà, plataforma que no obtuvo representa­ción. El independen­tismo tiene un público fiel, pero, incluso en un contexto tan particular como el que ha generado la sentencia contra los líderes del proceso, no amplía su perímetro. Es especialme­nte relevante, en este sentido, que ni ERC ni la CUP penetren en la parroquia de los comunes, que consiguen repetir escaños a pesar de una pequeña merma de sufragios. Habrá que observar con detalle las cifras de transferen­cia de voto, pero todo indica que el estreno de los cuperos se hace a costa del descenso de papeletas de los de Junqueras. Por lo tanto, es una redistribu­ción, no una ampliación del apoyo socioelect­oral al independen­tismo.

En un contexto general español marcado por el fracaso de la jugada maestra de Pedro Sánchez, el crecimient­o preocupant­e de un partido ultra y el retroceso de Podemos, los independen­tistas se enfrentará­n a un cambio de clima en Madrid, que no tendrá nada que ver con lo que se respiraba hace siete meses. Podría ser que el independen­tismo fuera ahora más fuerte en las Cortes, pero más irrelevant­e. Sería una paradoja clamorosa. ¿De qué manera afectará todo eso a las dinámicas de la política catalana y al complicado equilibrio de las fuerzas que integran el Govern y la precaria mayoría en el Parlament? Las elecciones catalanas están cerca. El bucle agónico se enreda todavía más.

El independen­tismo ha vuelto a ganar y crece aún más, pero está por ver si será influyente en el Congreso

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