La Vanguardia

Café sin copa ni puro

- Felip Vivanco

Una crónica de ambiente? Sí, chef. ¡Marchando! Pero ambiente, lo que se dice ambiente... Mejor será encomendar­se a san Judas Tadeo, patrón de las causas perdidas, o santa Rita, la de las imposibles... Velada satisfacto­ria, pero sin echar cohetes. Cierto. Ha habido tsunami, diluvio, avalancha y alud de votos a Esquerra. Ganadores por segunda vez en unas generales en Catalunya, pero la alegría es contenida. En España el trencadís electoral se ha multiplica­do. Corre la cerveza y de fondo se oye como en la barra los camareros cambian el barril. Clinc clonc clinc. El café está bueno, pero no es noche de copa y puro, si es que alguna vez hubo. “Si hay copa y puro, me apunto”, bromean en la barra. El champán, mejor guardarlo para otra noche, que esto es un partido más, no la final de las finales.

Estació del Nord de Barcelona, sector polideport­ivo: clases de ping-pong, gimnasia rítmica y artística. Hay canastas, pero no hay porterías para hacer una gracieta-titular tipo “Rufián le marca un gol por la escuadra al fascismo”. Tampoco es la noche. En Esquerra no hay ni montaña rusa ni fuegos de artificio. Hay derrotas dulces y victorias serenas. Aquí, esta noche, lo segundo.

La noche es fría, la victoria trabajada, pero sin la efervescen­cia del 28 de abril. Entonces hubo lágrimas de alegría, las emociones se desbordaro­n. Anoche fue diferente. Desde que cerraron los colegios, en la Estació del Nord de Barcelona, los dirigentes republican­os respiran aliviados. Trece diputados, ni uno arriba ni uno abajo. No hay horquilla que valga. Anoche, las urnas funerarias eran para otros. El candidato Rufián los llamó por su nombre: Arrimadas, Carrizosa... El silencio más silencio en la Estació del Nord acaeció cuando habló por la tele Albert Rivera. Sepulcral.

Menos las fanfarrias finales, esas a las que obligan los discursos en los directos de los telediario­s, unos cuantos aplausos y la alegría de rigor, la soirée está presidida por un eco tenue, un rumor que silabea un “gracias virgencita, gracias por quedarme como estoy”. o en versión laico-siciliana, “Lampedusa Lampedusa, que me quede como estoy”. Es hora de trinchera y de cordones sanitarios para los republican­os.

La ‘soirée’ está presidida por un eco tenue que silabea un “gracias virgencita, gracias por quedarme como estoy”

Es hora del “no pasarán” y del “los fascistas nos tendrán delante”. Es lo más parecido al “a por ellos” que se oye en el polideport­ivo decorado en negro y amarillo, amarillo enérgico, nervioso, otoñal.

En el marcador el trece, pero no trae mala suerte. Igual es el número clave para que los republican­os sean los amos de llaves para abrir las puertas de la Moncloa. Rufián disfrazado de señorita Danvers en Rebeca. De Carson en Downton Abbey.

Los simpatizan­tes republican­os mordisquea­n en una mano el bocadillo (queso, longaniza o jamón del país), y en otra sujetan el móvil que se pone poco menos que incandesce­nte a medida que se van confirmand­o los resultados de Vox. ¡Una cubitera, el móvil se quema! Ya, igual no están para bromas, pero la maestra Escur dijo el sábado que había que conservar el humor pasara lo que pasara. Y vaya si ha pasado.

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