La Vanguardia

Doña Francisqui­ta gana el 10-N

El Liceu aplaude la zarzuela de Vives en el atrevido montaje de Pasqual

- Maricel Chavarría Barcelona

Jornada superada... en lo electoral y en lo zarzuelero. El estreno ayer de Doña Francisqui­ta, el título de Amadeu Vives que el director teatral Lluís Pasqual ha querido modernizar, fue de menos a más en el Liceu a medida que avanzaba. Y se saldó con seis minutos de aplausos finales dedicados especialme­nte a la pareja protagonis­ta, la soprano María José Moreno y el tenor Celso Albelo, que debutaba el papel, y con un cálido clamor para Lucero Tena, institució­n octogenari­a de las castañuela­s que hizo una entrañable aparición en el Fandango.

Hablamos del Gran Teatre, sí, del coliseo barcelonés. No del Paral·lel o del Tívoli (donde se estrenó este título en 1923), ni de la Gran Vía madrileña, sino del teatro de la Rambla, que ha visto coincidir la primera función de esta producción, compartida con el Teatro de la Zarzuela de Madrid y la Opera de Lausane, con la enésima convocator­ia a las urnas que se vive en la ciudad.

Tenían que ser las elecciones del desbloqueo de las dos Españas y las que desterrara­n al demonio separatist­a como aliado forzoso para formar gobierno. Pero nada de eso estaba claro cuando, a las 20.17, el público del Liceu se levantó de sus butacas echándole un ojo al móvil para ver los sondeos a pie de urna.

Eso sí, la función de Doña Francisqui­ta,

con una notable Simfònica del Liceu dirigida por Óliver Díaz, confirmaba que en lo cultural Barcelona tiene un gran fair play. Dicho esto en dos sentidos: por un lado, el montaje renovador tenía visos de no dejar contento a los acérrimos amantes del género –como ya sucedió en mayo en Madrid–, cosa que en Barcelona no se hizo notar. Por otro, no parecía el mejor momento para oír cantar ese “Viva el pueblo de Madrid por gallardo y jovial” ni para darse un baño de costumbris­mo y folclorism­o madrileño en una Barcelona desangelad­a y herida de tanto dispararse en el pie.

Con todo, hay que decir que acabado el primer acto hubo quien se levantó masculland­o “esto es una mierda, para eso me voy a casa y me pongo el disco”. Pues es precisamen­te al principio donde queda claro que Pasqual ha cortado los diálogos de la zarzuela y se ha inventado otros para, justamente, dar valor a la discusión sobre la convenienc­ia de eliminarlo­s o mantenerlo­s.

En el mundo de la ópera la gente está más acostumbra­da a ver montajes que revisan y actualizan los títulos del repertorio. En cambio en la zarzuela está siendo el actual director artístico del teatro de Madrid, Daniel Bianco, el que ha empezado a sacudir el polvo al género –“pero no soy el Mortier de la zarzuela, ¿eh?”, decía en el Saló dels Miralls–. Y lógicament­e hay quien siente que se hiere el canon.

El primer acto, que traslada la acción

SIN DETRACTORE­S EN BARCELONA Los colegios electorale­s cerraban y el Liceu le dedicaba seis minutos de aplausos a la zarzuela

LA PERFORMANC­E VOCAL María José Moreno fue la más aplaudida, junto a un Celso Albelo que debutaba el papel

a la Segunda República, recrea la grabación en disco de Doña Francisqui­ta para ser exportado a Europa. Se trata de una operación de Estado muy plausible. ¿Para qué los diálogos, si no entienden el español? “Se va a enterar Europa de lo que es una canción de amor española”, dice el actor Gonzalo de Castro en el papel de productor del disco.

El hieratismo convierte este primer acto en... un acto de fe por parte del público, con un De Castro que habla demasiado rápido para un teatro tan grande. Por suerte, en el segundo acto –trasladado a un plató de televisión de los años sesenta– los protagonis­tas brillan vocalmente, sobre todo la soprano, María José Moreno, la Francisqui­ta que se añade el Doña para que sus amistades la consideren menos niña y encandilar así al estudiante Fernando, un Celso Albelo muy aplaudido en la romanza “Por el humo se sabe dónde está el fuego”.

No, no puede ser más castiza la comedia de enredo de esos libretista­s que Vives hizo triunfar en Madrid, Federico Romero y Guillermo Fernández-shaw. Por suerte, el montaje respira música y baile en el tercer acto. De Castro dirige el ensayo de la obra y discute por el móvil con el ministro de turno, esta vez no para besarle la mano, como a Fraga en la dictadura, sino para mandarlo a freír espárragos. Lucero Tena y la coreografí­a coral de Nuria Castejón, con clásico español y la escuela bolera, hacen brillar el Fandango .Y nada más, oiga. Ni Pasqual ni nadie de su equipo salieron a saludar.

 ?? TONI BOFILL/GTL ?? De izquierda a derecha, Miguel Sola, María José Moreno, María José Suárez, el actor Gonzalo de Castro y el tenor Celso Albelo, en un momento de la zarzuela
TONI BOFILL/GTL De izquierda a derecha, Miguel Sola, María José Moreno, María José Suárez, el actor Gonzalo de Castro y el tenor Celso Albelo, en un momento de la zarzuela
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