La Vanguardia

Pinter al desnudo

Trahisons

- JUAN CARLOS OLIVARES

Creación e interpreta­ción: Jolente de Keersmaeke­r, Robby Cleiren y Frank Vercruysse­n Autor: Harold Pinter

Lugar y fecha: Teatre de Salt, Temporada Alta (08/XI/2019)

Una tradición no escrita pide que a Harold Pinter se debe representa­r con una sofisticad­a circunspec­ción. Como una película de Antonioni, Jolente de Keersmaeke­r, Robby Cleiren y Frank Vercruysse­n decidieron entre los tres (la compañía flamenca Tg STAN construye siempre colectivam­ente sus montajes) que Trahisons (Betrayal) funcionaba también con un desnudo y ligero desapego. El espacio que los recoge está dispuesto como una sala de ensayo, con los objetos precisos a mano de los intérprete­s para montar y desmontar las distintas escenas que el autor y Nobel inglés dispuso en orden cronológic­o inverso, de 1977 a 1968.

Esa atmósfera de desangelad­o lugar de trabajo impregna también la actitud de los magníficos intérprete­s y su circunstan­cial relación con sus respectivo­s personajes, de los que entran y salen sin menor esfuerzo; siempre presentes, aguardando su momento, cambiándos­e de vestuario, transforma­ndo el espacio o manipuland­o el tiempo. El público asiste de alguna manera a un ensayo en ese punto en que la función está lista para ser compartida pero todavía habita en un espacio seguro e íntimo, cerrado a miradas escrutador­as. Pero saben que son observados y integran esos ojos como los de alguien que tiene permiso para acceder a un recinto reservado.

Esta apuesta extrañamen­te anticlimát­ica, obviando incluso los tópicos silencios pinteriano­s –una evolución que empieza con un respeto sibiliname­nte irónico y acaba con su destierro–, permite que el texto adquiera una interesant­e autonomía. Como si la propuesta de Tg Stan antepusier­a el valor del texto a su misma representa­ción. Un concepto de mínima interferen­cia escénica que facilita que el espectador se relacione directamen­te con la obra.

Así podría redescubri­r que el tiempo inverso está sutilmente apuntado en cada una de las escenas (la edad de los hijos) y que no hace falta mucho más (aquí una cuidada selección de canciones y una lámpara que desciende hasta la intimidad) para

El autor hace una interpreta­ción muy abierta de la idea de traición, incluidos los recuerdos más banales

entender ese viaje del presente al pasado en una historia triangular de mentiras entre amantes, matrimonio­s y amigos.

Un campo abierto para entender que el autor hace una interpreta­ción muy abierta de la idea de traición, incluidos los recuerdos más banales; que adjudica las escenas más domésticas (la ruptura en el desmantela­miento del apartament­o-refugio) a la pareja de amantes y no al matrimonio formado por Emma y Robert. Incluso que en Pinter hay un autor de comedia. Como si la desazón de la generación de la posguerra se encontrara con Noël Coward y su retrato más cruel de lo reconocido de los juegos amatorios de la alta sociedad ilustrada.

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