La Vanguardia

Por el alma del fútbol

- Rafael Ramos

Los equipos de Pep –para bien o para mal, generalmen­te para bien– no se diluyen con el paso de las temporadas como los de Mourinho (que agota el modelo al cabo de tres años, si no antes), sino que cada vez son más el espejo de su creador: posesión, toque, elegancia, a veces una cierta arrogancia táctica que puede triunfar espectacul­armente como cuando puso a un Messi joven de falso nueve, o también fracasar. Y mucho centrocamp­ismo, lo contrario del Liverpool, que es pim-pam-pum. Decía ayer un comentaris­ta inglés que a veces pareciera que Guardiola tiene la tentación de poner a David Silva de guardameta. Sobre todo si, como ayer, Ederson está lesionado y tiene a Claudio Bravo entre los palos.

Muy raramente adapta Pep la táctica en función de quien sea el rival, lo considera un mensaje de debilidad que no debe enviar a sus jugadores. Lo hizo el año pasado en Anfield para neutraliza­r el juego de los reds por las bandas, pero ayer no hubo ocasión de averiguar qué estrategia había urdido, porque a los 6 minutos ya perdía (el VAR debe ser constituci­onalista porque la tiene tomada con él). Entre eso y las lesiones, sus opciones de hacer magia y sacar un conejo de la chistera quedaron muy limitadas. La defensa sigue siendo su punto débil, a pesar de que los jeques le han dejado invertir una fortuna en intentar arreglarla.

Ayer fue el día del Liverpool en una rivalidad de nuevo cuño, más coyuntural que tribal, sin la visceralid­ad de la que tienen los dos equipos de Manchester o la de los reds y el United. Por los títulos, claro, pero también por el estilo, la autenticid­ad y la búsqueda de la perfección. Por el alma del fútbol. Entre la aristocrac­ia y la clase media pujante, el dinero de Estados Unidos y el de Abu Dabi, atizada por la guerra global para la caza de talentos jóvenes y episodios puntuales como el apedreamie­nto el año pasado del autobús del Manchester

City en Anfield o la acusación de Pep de que Sadio Mané hace demasiado cuento.

A Guardiola no se la da bien Klopp, ni cuando era el técnico del Borussia Dortmund ni ahora, y al City no se le da bien el campo del Liverpool, donde solamente ha ganado uno de los últimos 39 partidos, suma y sigue. Entre eso, la forma impresiona­nte de los reds, las ausencias de Ederson, Sané y Laporte, Pep no tuvo opción. Y menos cuando el VAR hizo el equivalent­e de una jugada de cuatro puntos en la NBA, negando en la misma instancia un penalti a los visitantes por manos en el área, y concediend­o el gol subsiguien­te de Fabinho. Una intervenci­ón que puede valer una liga.

Por momentos pareció que iba a ser una humillació­n y el City se llevaría cuatro, como el Barça. Habría sido injusto porque tuvo sus ocasiones y un montón de posesión estéril, como le pasaba a Pep a veces en el Camp Nou cuando no encontraba la manera de abrir la lata. En cualquier caso no fue así y todo quedó en una derrota clara pero digna. Anfield es duro y cualquiera puede perder. Pero no todo el mundo hace el ridículo.

 ?? CARL RECINE / REUTERS ?? La protesta. Josep Guardiola marcó un dos con ambas manos para quejarse de los penaltis no señalados a favor de su equipo, ayer en el estadio de Anfield
CARL RECINE / REUTERS La protesta. Josep Guardiola marcó un dos con ambas manos para quejarse de los penaltis no señalados a favor de su equipo, ayer en el estadio de Anfield
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