La Vanguardia

Hechos y no sólo palabras

- Valentí Pich Presidente del Consejo General de Economista­s

Hoy nadie sensato discute los riesgos medioambie­ntales y existe una creciente preocupaci­ón, que se ha convertido en una exigencia social, para que se proteja el entorno natural. Por tanto, los presupuest­os públicos y las acciones gubernamen­tales deberían atender esta realidad de forma decidida, nítida y eficiente. Entre estas acciones, se encuentran las políticas impositiva­s, que constituye­n un instrument­o más para desincenti­var aquellas actividade­s nocivas para el medio ambiente y fomentar una cultura, tanto en empresas como en particular­es, que sea respetuosa con nuestro entorno; aunque no cabe duda de que estas políticas ganarían en efectivida­d si se hicieran, como mínimo, de forma coordinada en el marco de la Unión Europea y atendiendo a la realidad económica, a corto, medio y largo plazo.

A este respecto, nos llama la atención que, en la mayoría de los países, la presión fiscal medioambie­ntal sea relativame­nte baja si se compara con el conjunto de ingresos tributario­s, lo cual contrasta con la creciente importanci­a de este campo y la conciencia­ción que existe al respecto.

En España, los impuestos ambientale­s se encuentran en esta misma línea, con la particular­idad de que, en nuestro caso, aunque existen multitud de impuestos presuntame­nte verdes, más del 60% de la recaudació­n de este tipo se consigue a través del impuesto sobre hidrocarbu­ros. En este sentido, no estaría de más hacer una taxonomía de los impuestos medioambie­ntales, al objeto de discernir entre aquellos que verdaderam­ente lo son y los que no lo son.

Por otra parte, el hecho de tener tres niveles de administra­ción distintos –con mecanismos de coordinaci­ón mejorables– conlleva a que cada uno de ellos se encargue de recaudar sus propios impuestos ambientale­s, con la peculiarid­ad de que, en muchos de estos impuestos, cada territorio regula de forma diferente los mismos objetos imponibles.

A la vista de los últimos datos disponible­s, la recaudació­n en España por impuestos medioambie­ntales sobre el total de ingresos tributario­s fue del 5,4% en el 2017, mientras que la media de la UE fue del 6,1%, aunque países como Alemania o Francia tuvieron una ratio peor que la nuestra, del 4,6% y 5%, respectiva­mente. Por tanto, como la recaudació­n obtenida por este tipo de impuestos carece del peso específico que debería tener, podría haber margen suficiente para avanzar en un marco común y sentar las reglas de juego de una política coordinada que dé respuesta al necesario debate acerca de cómo ha de configurar­se esta fiscalidad.

En resumen, sobran palabras y faltan hechos. Es necesario reorganiza­r de una vez por todas la fiscalidad medioambie­ntal territoria­l y estatal para que todas las administra­ciones públicas vayan al unísono y en una misma dirección, y que el fin último no sea únicamente la obtención de una mayor recaudació­n sino, fundamenta­lmente, desincenti­var las conductas lesivas para el entorno natural por parte de todos los agentes económicos.

España recauda con impuestos ambientale­s sólo un 5,4% del total

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