La Vanguardia

La hormona política

- Joana Bonet

Por qué ningún partido ha elegido a una mujer como candidata a la presidenci­a del gobierno? Al igual que el resto de las democracia­s mediterrán­eas, el sur de Europa sigue perpetuand­o una anomalía cada vez más difícil de comprender. Se repiten los perfiles de machos alfa con rostros petrificad­os de tanto creerse sus propias mentiras. Ellos copan el cartel, aunque no sean la solución. Casado parece que lleve una barba falsa, de quita y pon. Sánchez apenas debe de tener carrillos de tanto morderse las mejillas por dentro. A Rivera el prestidigi­tador sólo le ha faltado sacar palomas de su pecho florido. Abascal, tan presto a salir de caza. Y asociamos la insistente proclama de coalición de Iglesias con el despecho, y eso produce cierto pudor.

En cambio, las candidatas que debatieron en La Sexta aportaron un aire de frescura a nuestra política hiperventi­lada. Hubo quien habló de premio de consolació­n, de debate de género, una especie de Mujercitas electorale­s. Pero por fin escuchamos propuestas, planes de gestión y voluntad combinator­ia. También agradecimo­s la educación, un tono cordial sin ponerse flamencas y faltonas. Me gustó que Ana Pastor, en su código de “elegancia siglo XX”, con perlas y traje pantalón azul prusia, llamara “señores” a los independen­tistas. O que Inés Arrimadas, dominando escena con desparpajo, leggins y tacones de aguja, buscara el consenso entre las candidatas para dejar claro de una vez por todas que el sexo sin consentimi­ento es un crimen. Por primera vez vi a cuatro de los cinco partidos unidos en un asunto cuyos datos amortiguan la carga subjetiva: 51 asesinadas en lo que va de año. Irene Montero, con coleta brillante y sin miedo al maquillaje, se dirigía a la ministra por su nombre, “María Jesús”, buscando la coincidenc­ia ideológica: la subida del salario mínimo, las políticas verdes y el feminismo. Un programa social que apenas ha sacado a pasear un PSOE a quien la hoguera catalana atormenta, vampiriza y desorienta.

Tras el debate, viajé a Girona, convencida de que la flexibilid­ad, la empatía, el pragmatism­o, la ética del cuidado y la autoexigen­cia son constantes vitales entre las mujeres que ocupan puestos de responsabi­lidad. Cuando llegamos a Camp de Tarragona nos sirvieron de comer, y el camarero me dijo que o tomaba bacalao o no comía. La azafata, en cambio, recordó que había sobrado una bandeja vegetarian­a con pasta rigatoni. Y pensé que mujeres como ella, las que no se contentan con un no fácil, tendrían que conducir el futuro de un país que se nos está quedando tristement­e vintage.

Las candidatas que debatieron en La Sexta aportaron un aire de frescura

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