Macao, la excolonia satisfecha
A diferencia de Hong Kong, los 670.000 macaenses se muestran contentos con la vida –y la prosperidad– bajo soberanía de Pekín
El conato de manifestación tuvo lugar el pasado 19 de agosto. Fue en la plaza del Senado, corazón geográfico y vital de la ciudad de Macao, en donde se había convocado a la ciudadanía para apoyar las protestas de la vecina Hong Kong. Para disgusto de los organizadores, a su llamada tan solo respondió una treintena de personas. La policía las identificó, detuvo a siete para interrogarlas y dispersó al resto en cuestión de minutos. La prensa local tituló como “La protesta que nunca ocurrió”.
“No hay vuelta de hoja, nuestro movimiento todavía es muy débil y minoritario”, reconoció a este diario Wong Kim Long, miembro de Asociación Nuevo Macao, el mayor partido prodemocrático de la excolonia portuguesa que hace dos décadas volvió bajo soberanía china.
Al igual que los activistas de Hong Kong, este joven de 23 años aspira a poder elegir a sus representantes políticos mediante el sufragio universal directo y gozar de un sistema libre y democrático que mantenga a raya el afán controlador de Pekín. Sin embargo, parece que estos desvelos no le quitan el sueño al grueso de los 670.000 macaenses.
En las últimas elecciones celebradas en el 2017, los partidos prodemocráticos recibieron unos 45.000 votos, menos de la mitad que los pro Pekín, y cuentan con tan solo con 4 de los 33 escaños que tiene el Parlamento. Si desde junio, las calles de la excolonia británica se han convertido en un campo de batalla, las de Macao lucen amables e impolutas a la espera de los 100.000 turistas –un 70% chinos del interior del continente– que cada día les visitan. “Los macaenses son gente pragmática. Les interesa que haya estabilidad económica y social, tener trabajo, ganar dinero y que les vaya bien a ellos y a sus familias. No rechazan vivir en democracia, pero lo ven como algo secundario”, apostilla Wong.
Hong Kong y Macao comparten zona geográfica, su pasado como ex colonias europeas y haber regresado bajo soberanía china en fechas cercanas (1997 y 1999 respectivamente) bajo el principio “un país dos sistemas”, que les garantiza mayores derechos y libertades que a sus vecinos del interior en 50 años.
Pero ahí queda la cosa. Mientras que la otrora refulgente economía hongkonesa da muestras de agotamiento y la actual generación de jóvenes es la primera en vivir peor que sus padres, la de Macao florece gracias a la industria del juego. Si todo va bien, el Fondo Monetario Internacional pronostica que en el 2020 superará a Qatar y alcanzará la mayor renta per cápita del mundo. Para comprobarlo, basta con darse un paseo por sus calles a mediodía. Por el centro, torrentes de turistas curiosean por las inmediaciones de la iglesia de Santo Domingo o las ruinas de la catedral de San Pablo mientras degustan dulces y compran recuerdos. A unos cientos de metros, las mesas de juego del icónico casino Grand Lisboa ya están a pleno rendimiento, con miles de ojos curiosos que siguen el devenir de dados, ruletas o cartas.
Tan sólo en el 2018, la cuarentena de casinos que definen el perfil urbano de la ciudad generaron 38.000 millones de dólares de beneficios, casi seis veces más que Las Vegas. De ahí sale vía impuestos el 80% del dinero que entra en las arcas municipales, lo que permite al Gobierno invertir en salud, viviendas sociales y un sistema de asistencia social más generoso que el de sus vecinos hongkoneses. Por si fuera poco, cada adulto recibe un cheque anual de 10.000 patacas (unos 1.130 euros) por la cara.
Los opositores critican que es una forma de comprar lealtades y cerrar bocas, pero muchos ciudadanos se muestran satisfechos. “Hay seguridad, no falta el dinero, los mayores disfrutan de buenas pensiones y el futuro pinta bien para nuestros hijos. Yo me siento agradecido”, cuenta a las puertas de un restaurante un ejecutivo apellidado Leong.
Historiadores y analistas señalan que el buen hacer de la economía no es el único factor que fundamenta la apatía democrática de los macaeneses. Aquí, casi la mitad de la población procede del interior de China, lo que les priva del componente identitario particular que sí esgrimen muchos hongkoneses. Además, las autoridades portuguesas tenían mucha menor presencia que las británicas en la zona. Por eso, cuando las revueltas de los grupos maoístas inspirados por la revolución cultural estallaron en la ciudad, Lisboa se vio forzada a cederles gran parte del control –algo que no hicieron sus vecinos británicos, que respondieron con contundencia a las protestas–, creando el caldo de cultivo perfecto para que germinara un sentimiento de afinidad con Pekín.
“Antes de 1999, ya existía una fuerte sensación de integración social entre Macao y China que se intensificó con su regreso”, cuenta a La Vanguardia el profesor Kin Sun Chan, de la Universidad de Ciencias Sociales de Macao. “Ya de vuelta, Pekín mejoró la economía, pacificó las calles y puso coto a la corrupción rampante, mejorando el nivel de vida de los macaenses en términos de ingresos y medios de vida”.
A 2.000 kilómetros, en Pekín, las autoridades destilan un elogio tras otro para la excolonia modélica. A sus ojos, es la evidencia palpable de que la madre patria también es un excelente paterfamilias capaz de proveer a los suyos y prueba que el modelo “un país dos sistemas” es
“Pekín mejoró la economía, pacificó las calles y puso coto a la corrupción rampante”, destaca un profesor
“factible y viable”, como dijo recientemente el presidente Xi Jinping ante el nuevo jefe del Ejecutivo local, Ho Iat Seng. Un ejemplo que, a juicio de Pekín, debería seguir la díscola Hong Kong e inspirar para una futura reintegración a Taiwán, que por ahora se niega a escuchar los cantos de sirena chinos.
Sobre el terreno, los consultados reconocen problemas como el aumento del precio de la vivienda o la excesiva dependencia económica de los casinos, pero nadie ve plausible a corto plazo un contagio de las protestas. “Soy muy pesimista, quedan muchos años por delante para que aspiremos a cambiar algo”, asegura Wong. Mientras habla, la plaza del Senado bulle con los visitantes al tiempo que los operarios se afanan por terminar con la decoración que conmemora que el próximo 20 de diciembre se cumple el 20.º aniversario de la vuelta de la urbe bajo soberanía china. Con grandes fastos y la visita del presidente Xi en la agenda para celebrarlo, pocos dudan de que Macao seguirá apostando al rojo en el futuro.