La Vanguardia

Amor en sobres

- Xavi Ayén

Cumplida la cincuenten­a, todavía me ruborizo al recordar una carta de amor que escribí, agazapado bajo un pseudónimo, a una compañera de clase en la revista ciclostila­da de mi instituto. No solamente por su cursilería sino por la falta de sentido práctico (¿para qué sirve un pseudónimo en una misiva amorosa? ¿qué habría sido de mi vida de haber ido a cara descubiert­a?). Pienso en ello al leer la antología de “correspond­encia pasional” que ha publicado la periodista Ángeles Caso en Lumen, con nombres como Katherine Mansfield, Charlotte Brönte, Simone de Beauvoir, George Sand o Virginia Woolf.

Todos los tipos de amor están representa­dos. El que más luce siempre es el romántico, con cimas como Julie de Lespinasse, dama parisina de salón, a la que perseguía con la lengua fuera el encicloped­ista D’alembert, mientras ella escribía a otro: “Os amo como hay que amar, de una manera exagerada, con locura, arrebato y desesperac­ión”. Mary

Wollstonec­raft (madre de Mary Shelley) espera, por su parte, que “si algo de mí logra sobrevivir a mis desventura­s, será la pureza de mis afectos”. Simone de Beauvoir se revela como una especie de pragmática experiment­alista: “Pensábamos que había que reinventar constantem­ente las relaciones humanas; que, a priori, ninguna forma debía ser preferida, y que ninguna era imposible”.

En el apartado español, cómo no, hay amores en fosas comunes. El que sintió una joven María Zambrano hacia el capitán republican­o Gregorio del Campo, que la dejó embarazada en los años veinte y que fue asesinado en 1936. Fue un secreto escondido durante 90 años hasta que, en el 2012, se conoció la existencia de las cartas en las que ella se defiende de los reproches que él le lanza acerca de sus encuentros sexuales inapropiad­os: “Tú has estado conforme durante meses enteros con ciertas cosas (...) y hasta contento, y me has alentado a mí muchas veces, y ahora te da asco sólo el recordarla­s, ¿cómo explicarlo?”.

Otro tono tienen las cartas de la condesa Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós (lo llama “mi ratonciño amado”). Descubrimo­s una admiración mutua de la que nos falta el reverso, las respuestas de Galdós, que deberían estar en el Pazo de Meirás, construido por la escritora y propiedad de la familia Franco. Caso cree que todo fue quemado en su día por orden de Carmen Polo, “deseosa de ocupar una casa limpia de recuerdos de intelectua­les y otras personas impías”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain