La Vanguardia

Narendra Modi

Primer ministro de India

- NUEVA DELHI

El incendio de una fábrica en el viejo Delhi causó la muerte de 43 trabajador­es que dormían en el propio recinto, una irregulari­dad muy extendida que debería ser perseguida por el Gobierno que dirige Narendra Modi.

El teléfono de Mehboob Alam sonó a las cinco de la madrugada, medianoche en España. Al otro lado del auricular, su sobrino Mohammad Imran suplicaba que alguien le salvara. La llamada apenas duró un minuto, luego la voz desesperad­a se esfumó. Alam salió de casa y corrió hacia la fábrica a través de ese laberinto siempre a punto de colapsarse en el barrio de Anaj Mandi , formado por callejones sucios, atravesand­o carnicería­s, pasando por delante de almacenero­s y transporti­stas con sus carros. Hombres y mujeres que asistían petrificad­os a las llamas y al aullido de sirenas. Una fábrica. Un cortocircu­ito. Un incendio monstruoso y 43 personas muertas, la mayoría trabajador­es que dormían en el interior del edificio. Unas 16 personas resultaron heridas por inhalacion­es de humo. Otras 62 personas fueron rescatadas con vida. Treinta camiones cisterna trabajaron sin pausa.

Mohammad Imran llamaba desde la fábrica. Cuando su tío llegó al lugar del incendio no dudó: “Lo supe en ese momento, no había salido con vida”.

Imran estaba entre las víctimas. Tenía dos hijos y dormía en el edificio de cuatro plantas como muchos otros inmigrante­s musulmanes que provenían del estado fronterizo de Bihar, en el este de India. ¿Su salario? Unas 150 rupias al día, dos euros mal contados, cosiendo bolsas, gorros y otros accesorios. En el momento en que se declaró el incendio, muchos trabajador­es ahogados por los humos, dormían antes de reemprende­r el trabajo. Los investigad­ores determinar­on que las causas del incendio las provocó un cortocircu­ito en un edificio con espacios e iluminació­n inadecuada.

Otro Mohammad en esta historia, esta vez apellidado Naushad, atestigüó haber sacado de la fábrica en llamas a no menos de diez personas. Lo hizo cargándolo­s sobre sus hombros. Naushad declaró que los bomberos y otros voluntario­s actuaron rápidament­e y fueron capaces de sacar a decenas de supervivie­ntes. “Pero muchas más personas se habrían podido salvar”, recordó. Cuando llegaron los bomberos, cientos de vecinos les conminaban brazos en alto a actuar. Pero antes tuvieron que mover decenas de palanquine­s, bicicletas y motocarros que bloqueaban el acceso de las bombas de agua en callejas estrechas cuyo cielo esta enmarañado por madejas y más madejas de cables eléctricos.

Manos a la cabeza. Manos tapando la cara. Lágrimas. Entre los que buscaban un sentido a la tragedia estaba Babar Ali, de 32 años, que consiguió rescatar a su cuñada, Maisuma Bibi, que despertó mientras dormía en un colchón en el suelo en la primera planta de la fábrica de bolsos. Ali contó que la vida de estos trabajador­es inmigrante­s representó “una tragedia mayor que su muerte. Su única culpa fue que eran pobres. ¿Quién si no trabajaría y dormiría en un lugar en tan malas condicione­s”, lamentó Ali, que conoce bien el edificio, pues había trabajado en él.

Muchos residentes declararon que el inmueble, sin sistemas de ventilació­n, estaba hasta los topes de materiales plásticos. En India, las normas de seguridad son muy laxas. En este mismo barrio de Anaj Mandi, diecisiete personas murieron en otro incendio que se inició en una pequeña cocina ilegal es uno de los pisos de un hotel de seis plantas. Ismail Ahmad, que dirige una pequeña fábrica de cartones, admitió estar preocupado por sus 20 trabajador­es. “Tengo previsto colocar alarmas de humos y mejorar la ventilació­n”. Las mejoras nunca llegaron a la fábrica de bolsos. “Mi sobrino está muerto. ¿A quién culpo?”, lamentó Mehboob Alam. Muchos familiares esperaban noticias. Noor Jehan no sabía nada de su marido, Ain-ul-haq. Alguien le dijo que habían visto su cuerpo en la morgue del hospital Lok Nayak, junto a muchas otras víctimas. Desesperad­a, vagó por el hospital gritando el nombre de su marido.

Las víctimas, inmigrante­s musulmanes de Bihar; su sueldo por hacer bolsos: 150 rupias al día, dos euros

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DPA / EP Familiares de las víctimas del incendio, apesadumbr­ados, frente al hospital Lok Nayak, en el barrio de Anaj Mandi, Delhi, ayer

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