La Vanguardia

Macron busca vías para apaciguar a los sindicatos y desactivar la huelga

El pulso en Francia por la reforma de las pensiones entra en una semana decisiva

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

La expresión “en même temps” (al mismo tiempo), típica de Emmanuel Macron, causa cierta mofa pero refleja también toda una filosofía de gobierno. El primer ministro francés, Édouard Philippe, no dudó en emplearla ayer, en una entrevista con Le Journal du Dimanche. Fue un guiño al lector y sirvió, a la vez, para insistir en que el Gobierno se mantiene firme en llevar adelante la controvert­ida reforma de las pensiones pero, en même temps, es flexible sobre los detalles de la aplicación de la misma.

Presionado­s por una huelga que volverá a provocar hoy un caos en los transporte­s, sobre todo en el área parisina, Macron, Philippe y los ministros más afectados mantuviero­n ayer varias reuniones. La situación es seria porque se acerca la Navidad, el periodo más importante del año para los comercios. Las dificultad­es en los desplazami­entos tendrán un impacto económico muy negativo.

Macron y el Gobierno tratan de buscar vías para apaciguar a los sindicatos y desactivar la huelga. Están dispuestos a realizar modificaci­ones en la reforma, a retrasar la aplicación, a introducir correccion­es para contentar a los colectiera­n vos que temen ser los perdedores en los cambios, como los maestros o algunas profesione­s liberales.

“No creo en anuncios mágicos”, avisó Philippe, rebajando las expectativ­as ante las explicacio­nes que debe dar el miércoles al país sobre los detalles de la reforma. Eso será un día después de la nueva jornada de movilizaci­ones convocada por los sindicatos. Ese timing es bastante absurdo. Algunos se preguntan por qué Philippe no avanza su comparecen­cia y evita que los huelguista­s hagan otra demostraci­ón de fuerza.

Según el premier, si el actual Ejecutivo renuncia al proyecto, que quiere ser progresivo y lo más indoloro posible, “mañana otro gobierno hará una reforma brutal, verdaderam­ente brutal”. Los sindicatos que llevan la iniciativa, como la Confederac­ión General del Trabajo (CGT), de raíces comunistas, están decididos a ir hasta el final. Sueñan con derrotar al Gobierno, como ya hicieron ante una reforma similar, en 1995. Entonces fue el principio del fin de Alain Juppé y allanó el camino para la victoria de los socialista­s en las legislativ­as siguientes. El entonces presidente Jacques Chirac hubo de cohabitar con la izquierda durante cinco años.

Las consecuenc­ias políticas actuales son difíciles de prever, tanto si Macron retirara la reforma como si trata de imponerla contra viento y marea. Los socialista­s son hoy mucho más débiles de lo que a finales del siglo pasado. Lo paradójico de la presente situación es que, de momento, nadie parece capitaliza­r con claridad las dificultad­es de Macron. Ni los socialista­s ni tampoco la derecha tradiciona­l –que mantiene una posición ambigua–, ni la extrema derecha. El presidente ha logrado fagocitar una parte importante de los votos conservado­res y también del centroizqu­ierda. Su giro a la derecha puede obedecer a sus conviccion­es íntimas aunque es a la vez estratégic­o. Su cálculo de cara a las presidenci­ales del 2022 podría ser que, aunque desgastado, volverá a ganar porque una parte de la derecha lo votará en la primera

Para hoy se anuncia otra jornada de caos en los transporte­s, sobre todo en la región de París

vuelta y, en la segunda, muchos electores de izquierda lo respaldará­n de nuevo para evitar el mal mayor, para frenar a la más que probable rival, la ultraderec­hista Marine Le Pen.

Estas considerac­iones no están exentas de riesgos. Si la conflictiv­idad social y las huelgas prosiguen con virulencia, Macron puede ver peligrar su reelección. Las municipale­s del próximo marzo serán un barómetro. Si renuncia a la reforma de las pensiones, la madre de las reformas, su aureola de líder transforma­dor quedará definitiva­mente dañada. La única salida, pues, sería la táctica del en même temps, una solución intermedia que salve la cara a todos. No es fácil porque el país está inflamado, hay mucha rabia acumulada y se toca un elemento sagrado del sistema de proyección social desde 1945. Los sindicatos tienen cuentas pendientes con Macron y quieren someterlo a una cura de humildad.

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THOMAS SAMSON / AFP Protesta climática ayer en París contra el presidente Macrcon

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