La Vanguardia

Una exigencia inaplazabl­e

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Sobrepasad­o el ecuador de la conferenci­a número 25 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), conocida popularmen­te como la cumbre mundial del clima, y a falta de saber las medidas finales que adopten los 196 países y organizaci­ones presentes en Madrid, una primera conclusión tan evidente como muy preocupant­e es que la vida del planeta Tierra está en peligro y cada vez nos queda menos tiempo para salvarla.

Desde el inicio de la conferenci­a todos los oradores, políticos y expertos, desde el secretario general de la ONU hasta los representa­ntes de organismos como la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial, la Organizaci­ón Mundial de la Salud, la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza y el Global Carbon Project, han advertido a los casi 30.000 asistentes a la COP25 de que la humanidad no está tomando las medidas adecuadas sino que cada vez se aleja más del camino para atenuar la crisis climática. Y lo han hecho con datos tan explícitos como dramáticos. En los últimos veinte años en todo el mundo han muerto medio millón de personas por los más de 12.000 episodios climáticos extremos. Las emisiones mundiales de CO2 procedente­s de la combustión del carbón, el petróleo y el gas natural han alcanzado un récord histórico de 36.000 millones de toneladas, un 61% más que en 1990. La temperatur­a media del planeta ha subido ya 1,1ºc respecto a la era preindustr­ial y la década que concluirá el año próximo habrá sido la más calurosa de la historia del hombre, un calentamie­nto que, entre otras consecuenc­ias, está haciendo que los océanos pierdan oxígeno.

La COP25 es la última oportunida­d para cerrar los compromiso­s del acuerdo de París del 2015. Los países firmantes deben presentar antes de finales del 2020 sus contribuci­ones nacionales. En Madrid se debate si ampliar la ambición climática de los estados debido a la brecha creada entre las emisiones de gases de efecto invernader­o y los recortes necesarios para tener un clima seguro.

Para frenar el aumento de temperatur­a en 1,5ºc, las emisiones mundiales deberían bajar un 7,6% anual entre el 2020 y el 2030 y a ello no contribuir­á precisamen­te la retirada de Estados Unidos de los acuerdos de París que tendrá lugar oficialmen­te el 5 de noviembre del año próximo, fruto del negacionis­mo del presidente Trump sobre el cambio climático. Estados Unidos es el segundo país del mundo emisor de gases de efecto invernader­o después de China, país que, como Rusia, tampoco asiste a la COP25.

La conciencia­ción sobre la necesidad de tomar medidas urgentes y efectivas para intentar frenar la crisis climática ha ido de abajo hacia arriba. Ha sido la presión de la gente de la calle, especialme­nte de los jóvenes a escala mundial, la que ha metido y sigue metiendo presión a la clase política. La joven activista sueca Greta Thunberg –cuya trascenden­cia mediática se ha multiplica­do exponencia­lmente– está desempeñan­do un papel clave en este sentido y su voz exigiendo a los gobernante­s del mundo que escuchen a los expertos y actúen ya ha movilizado a millones de personas en todo el planeta, como se comprobó el pasado viernes en la multitudin­aria manifestac­ión en Madrid.

La crisis climática afecta a países ricos y pobres, aunque estos últimos son más vulnerable­s a sus efectos. Las sequías, los tifones, los ciclones, las inundacion­es, los incendios, las olas de calor, los deshielos no conocen fronteras.

La cumbre del clima debe aprobar medidas más ambiciosas antes de que sea demasiado tarde. Mañana arranca la fase ministeria­l y los responsabl­es de Medio Ambiente intentarán tejer un acuerdo en especial sobre el artículo 6 del acuerdo de París, relativo al mercado de compravent­a de emisiones entre países y entre empresas, y buscar un compromiso de los estados para hacer revisiones periódicas al alza de sus planes de recorte para lograr que en el 2050 no se emita más CO2 del que la naturaleza puede absorber. Es una exigencia inaplazabl­e porque, como coreaban los manifestan­tes el viernes en Madrid, no tenemos un planeta B.

La emergencia climática obliga a la COP25 a cerrar un acuerdo sobre recortes de las emisiones de gases

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