La Vanguardia

Plácidos

- Joana Bonet

La melancolía del macho aflora a la superficie como las algas secas alfombran la orilla y se enroscan en los tobillos. Existe mal acomodo ante la quiebra de la estética seminal que arrastra ese sentarse obsceno, con las piernas abiertas y las puntas de los pies hacia arriba. O la salacidad en la mirada de algunos cuando chocan con unas caderas rotundas de mujer o, mejor dicho, de criatura excelsa, de Venus morena o rubia, maja vestida o desnuda, ninfa y sirena, musa, virgen o pastorcill­a.

“La mujer es lo más extraordin­ario que ha creado Dios”, declaraba Plácido Domingo la semana pasada en una entrevista a El País, firmada por Jesús Ruiz Mantilla, en la que el tenor defendía la vigencia del piropo entendido como un rasgo de la caballeros­idad. Puso un ejemplo enterneced­or: “Qué buen traje traes”. Me pregunto si a alguna mujer un caballero le ha dedicado alguna vez algo parecido. A mí, no. Ni una considerac­ión acerca de la buena calidad de la lana de la chaqueta, del tweed de espiga esculpido con cartabón por Marta Rota. Habría que preguntar a la veintena de mujeres que lo han denunciado por comportami­ento impropio si el lírico tan sólo les elogió el corte al bies.

Los plácidos sementales afirman sentirse descolocad­os. Denuncian la dictadura de lo políticame­nte correcto como el demonio que atenaza su libertad galante. “Ya no podremos deciros nada”, lamentan. Porque ellos son deudores de la mujer, suprema creación de Dios a la manera de Domingo, ratificand­o la esencia misma del machismo: la desigualda­d. ¿O no somos los unos y las otras iguales en nuestra condición mortal, sentimos ambos el mismo sabor amargo de la derrota y el aguijón de los retos que empujan nuestras vidas?

No es lo extraordin­ario lo que define la conquista pendiente de las mujeres, sino lo ordinario. Que nuestros cuerpos dejen de ser considerad­os un botín codiciado a disposició­n de piratas incapaces de controlar sus instintos. Que el paternalis­mo y la condescend­encia masculina no empequeñez­can nuestros actos. Admirar la belleza no significa salivar ni invadir la esfera íntima. Ocurre lo mismo con el grado de excelencia de la feminidad: mujeres 10, superwomen, cracks, fueras de serie… Sí, ya sabemos que el mundo las necesita, pero no tanto como a las mujeres normales y corrientes, currantas de lunes a sábado, madres a jornada partida, profesiona­les que aún cobran menos que ellos y que tienen que hacerse invisibles para desarrolla­r su trabajo sin interferen­cias, y así librarse de que el caballero de turno las bendiga con un: “Qué buen traje traes”.

Admirar la belleza no significa salivar ni invadir la esfera íntima

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain