La Vanguardia

T-revolución

- Enric Sierra

Con qué poco nos conformamo­s. Ahora resulta que los nuevos precios del transporte público de Barcelona son una “revolución tarifaria” cuando en realidad es el cumplimien­to, a medias, de una eterna promesa reiteradam­ente aplazada para que los usuarios paguen menos si usan más. Por tanto, más que una revolución, estamos ante un parche para tapar el flagrante retraso de la puesta en marcha de la T-mobilitat que se anunció para el 2014 y que ahora está fijada para enero del 2021. Mientras tanto, ¿qué tenemos? Nos encontramo­s ante un cambio de nombre para las mismas tarjetas de cartón. Tenemos una modificaci­ón de precios que beneficia a los usuarios habituales pero que no atraerá nuevos viajeros. Y se aplica una gran subida del 11,3% de la T-10 que es, ni más ni menos, la tarjeta más utilizada del transporte público de Barcelona.

¿El rebautismo de la T-10 por la T-casual tiene una explicació­n partidista? Probableme­nte. Este título de transporte ha sido motivo constante de batalla política. No hace ni un año que varios candidatos a la alcaldía de Barcelona prometían rebajarla y hace cinco años se presentó como una victoria la decisión de reducir el precio de esta tarjeta por debajo de los 10 euros. ¿Cómo pueden defender estos mismos políticos el subidón de la T-10 aprobado ahora? Muy fácil. Han aplicado el manual de primero de marketing cambiando el nombre de la tarjeta para decir que ahora es otra cosa y listo. Muerto el perro, se acabó la rabia. Aunque en realidad a este perro no lo han matado sino que le han cambiado el collar por otro más caro e incómodo. Ahora la llamaremos T-casual, costará 1,15 euros más y proclamare­mos que esta subida es tan pequeña que sus críticos carecen de razón para discutirla.

El rebautismo de la T-10 y las nuevas tarifas son un parche para tapar el vergonzoso retraso de la T-mobilitat

Pero olvidan que cambiar el nombre de una cosa no cambia la cosa.

La T-mobilitat no se debe demorar más porque su aplicación sí que supondrá un gran beneficio para los usuarios del transporte público. Por ejemplo, esta nueva tarjeta de plástico acabará con las injustas zonas tarifarias (los sufridos pasajeros de estas zonas ya me entienden) y se pagará por el recorrido real realizado. Otra novedad la disfrutará­n los miles de estudiante­s que usan la T-jove y que esperan con ansia la futura tarjeta porque acabará con el anacrónico título de cartón sin personaliz­ar que les dan ahora y que les comporta perder el pastón que cuesta si la extravían o se rompe. Esta joven generación que lo hace todo con el móvil, no entiende que la capital mundial del Mobile sea tan troglodita en este asunto.

Para gozar de estas y otras virtudes de la T-mobilitat nos queda todavía un año, si se cumplen las nuevas previsione­s. Pero la gran revolución sigue lamentable­mente en el limbo. Me refiero a un plan de inversione­s para mejorar y ampliar las infraestru­cturas del transporte metropolit­ano con el objetivo de aumentar el número de usuarios y persuadir a los conductore­s para que cambien sus coches privados por una oferta de movilidad pública eficiente y fiable. Esa revolución necesaria parece hoy una auténtica utopía porque los gobiernos están en Babia. En definitiva, ahora nos quieren vender una T-revolución cuando en realidad merecerían otra tarjeta: la T-roja.

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