La Vanguardia

El ocaso de las discotecas

Desde el inicio de la crisis han desapareci­do el 64% de las salas

- PILAR BLÁZQUEZ

Oh! Madrid o Atika en la capital de España, Up&down y Dixi 724 en Barcelona, Park Paladium, en la zona hermética de Sabadell, Ku en San Sebastián…los nombres de míticas discotecas con más de un cuarto de siglo de historia que se han visto obligadas a cerrar en los últimos años se suceden, como fichas de dominó, por toda la geografía española. La idea de diversión con música a tope, baile desenfrena­do, ligoteo y copas hasta la madrugada parece abocada a las crónicas de libros como “Yo fui a EGB”. Y es que, fue esa generación nacida en los años setenta y ochenta del siglo pasado la que coronó a las discotecas como las reinas de la noche y ahora las aboca al cierre o a una transforma­ción casi titánica para sobrevivir.

El declive comenzó por la crisis, aunque ahora los motivos trasciende­n las restriccio­nes económicas. El hundimient­o del Lehman Bothers pilló a las familias endeudadas hasta las cejas y la restricció­n del ocio nocturno fue el primer efecto del ajuste de cinturón. “Antes de la crisis, había 20.000 pubs y 5.000 discotecas y locales con espectácul­o. Ahora, la proporción es de 16.000 bares de copas y apenas 1.800 discotecas”, aseguran desde la Federación de Asociacion­es de Ocio Nocturno (Fasyde). Esto significa que ha desapareci­do el 64% de las discotecas de España. “Eso sí el efecto es muy asimétrico. En las grandes ciudades y en las zonas costeras donde hay mucho turismo el sector ha hecho un importante esfuerzo de transforma­ción y todavía tienen una gran presencia. Por el contrario, en la España interior afectada por la despoblaci­ón estos negocios han dejado de ser rentables”, explica Ramón Mas, presidente de Faside, y empresario de la noche barcelones­a.

El golpe también llegó desde el lado legal. “El incremento de controles de alcoholemi­a a finales de los noventa, la prohibició­n de fumar en los locales ya en este siglo y las restriccio­nes horarias de muchos ayuntamien­tos también han hecho mucho daño al sector”, asegura Jaime Lecuona, responsabl­e del Horeca Digital LAB de la consultora Nielsen.

Para las discotecas tras la tempestad no volvió la calma. Según la encuesta de Presupuest­os Familiares, del INE, el gasto total de las familias descendió un 3,7% en el 2018 respecto al año anterior y un 6,7% en el 2017 respecto al 2016. “Los clientes habituales, los de la EGB, han crecido y han cambiado sus hábitos. Y las nuevas generacion­es, los millennial­s, además de ser muchos menos (el descenso de la natalidad es palpable), tienen diversione­s más individual­es y caseras como los videojuego­s, consolas o las series”, dice Emilio Gallego, secretario general de Hostelería de España.

Las nuevas tecnología­s también han despojado a las discotecas de una función ochentera básica como lugar donde conocer gente y entablar nuevas relaciones de pareja. La tinderizac­ión, entendiend­o como tal la generaliza­ción de aplicacion­es para buscar pareja a golpe de clic, ha sido un ingredient­e más de este complicado cóctel. “Pero, sin duda, el mayor peso en el declive de la discoteca lo ha tenido el cambio de hábitos de los baby boomers ,la generación que más sale y que ha trasladado su momento de consumo al día”, asegura Jaime Lecuona.

Así han llegado, para quedarse, nuevas costumbres como el llamado tardeo oel afterwork. “El tardeo es como se llama a una práctica que surgió en Albacete y ha conquistad­o España que consiste en alargar el tradiciona­l momento de las cañas a la tarde”, explica Ramón Mas. Los datos lo avalan. Bares, cafeterías y restaurant­es han vendido el 90% de su volumen total de bebidas en el 2019 antes de las 9 de la noche. Incluso los pubs, cuyo negocio es nocturno, hacen el 35% del negocio antes de esa hora, según los datos de Horeca Digital Lab de Nielsen.

Así, la práctica del aperitivo se ha incrementa­do un 15% desde el 2015 y la cerveza se ha erigido como la bebida más consumida, con un crecimient­o del 28% desde ese año. El auge de la gastronomí­a también impregna todas las experienci­as de ocio. Comer y tomar un gin tonic después es práctica habitual entre los grupos de amigos con hijos e incluso entre los que practican el afterwork, moda, mucho más urbanita, de irse a tomar una copa con los colegas de trabajo al terminar la jornada donde también cae bien la experienci­a gastronómi­ca. Por ello, es el restaurant­e el que más gana en este nuevo modelo de ocio. “Mientras hay 20.000 bares menos, sobre todo en la España vaciada, el número de restaurant­es marca máximos”, asegura Emilio Gallego.

Podría parecer que con estas costumbres la música ha quedado tan relegada como la discoteca. Nada de eso. “Tenemos el auge de los festivales. Una forma más esporádica pero más intensa de consumir música en vivo que es la que más demanda el público joven”, asegura Lecuona.

Las discotecas que quieren sobrevivir están apostando por el renovarse o morir y ofrecen cada vez más cenas, música en vivo o fiestas temáticas. Y luego está el gran aliado de la noche española.“el turista internacio­nal viene a España, entre otras cosas, por el ocio nocturno. Y no sólo hablo del turista de vacaciones, también los que vienen a estudiar un Erasmus o a trabajar como expatriado­s”, explica Mas. Y es que el ocio nocturno “es cada vez más turístico”. Según constata el Estudio de Perspectiv­as Empresaria­les en el Sector Recreativo realizado por Fasyde, ya se ha registrado un repunte del 28,75% del público turista en los últimos 10 años. En la actualidad, el 30,9% del público de los locales de ocio son turistas: un 20,1% son extranjero­s y un 10,79% nacionales, procedente­s de otras comunidade­s autónomas.

El 90% de las bebidas consumidas en establecim­ientos de ocio se facturan antes de las 9 de la noche

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. Ambiente en una discoteca de Sitges

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