La Vanguardia

Nuevo avance contra el cáncer con inmunotera­pia

La inmunotera­pia logra otro gran avance

- JOSEP CORBELLA

En una investigac­ión que abre un nuevo capítulo en la inmunotera­pia del cáncer, un fármaco experiment­al ha permitido que las células inmunitari­as entren en los tumores y de este modo puedan eliminar las células cancerosas. Con este avance se espera superar uno de los grandes escollos de las inmunotera­pias, ya que las barreras que los tumores crean frente a las células inmunitari­as son el principal obstáculo que limita la eficacia de este tipo de tratamient­o.

La investigac­ión se ha basado en biopsias de tumores y en ratones con melanoma, por lo que es demasiado pronto para saber qué impacto tendrá en los pacientes y en otros tipos de cáncer. Pero ya se está preparando un ensayo clínico para probar el tratamient­o en personas con melanoma metastásic­o.

Los autores de la investigac­ión han comprobado que el mismo mecanismo está involucrad­o en otros 18 tipos de cáncer. Entre ellos, destacan el cáncer de páncreas, el de vejiga, el de riñón y los glioblasto­mas cerebrales.

“Es la mejor ciencia que hemos generado en mi laboratori­o en términos de una idea que muestra una nueva diana para tratar el cáncer”, declara el director de la investigac­ión, Antoni Ribas, de la Universida­d de California en Los Ángeles (UCLA), reconocido como uno de los líderes mundiales en inmunotera­pia del cáncer.

Ribas, que rehúye los superlativ­os pese a que sus trabajos han transforma­do el tratamient­o del cáncer desde el 2013, hace una excepción en este caso porque “sé que es uno de los resultados más importante­s que se presentará­n nunca en mi laboratori­o”.

La investigac­ión revela por qué algunos pacientes no responden a los fármacos actuales de inmunotera­pia. Y propone una estrategia para hacer que respondan.

Según los resultados presentado­s ayer en la publicació­n Nature Cancer, la clave está en una enzima llamada PAK4. Cuando esta enzima está presente en un tumor, las células inmunitari­as no pueden entrar. Pero, si se administra un fármaco para bloquear esta enzima, las células inmunitari­as acceden al interior del tumor. Y, si además se combina este fármaco con uno de los tratamient­os de inmunotera­pia ya aprobados, entonces las células inmunitari­as consiguen destruir las células tumorales.

“Nunca olvidaré el día que presenté los primeros resultados de los experiment­os en ratones en una reunión del laboratori­o. ¡Funcionaba! ¡Había conseguido que los tumores se volvieran sensibles a los fármacos de inmunotera­pia!”, recuerda Gabriel Abril-rodríguez, estudiante de doctorado en UCLA y primer autor de la investigac­ión.

“Fue muy emocionant­e”, coincide Antoni Ribas.

La investigac­ión arrancó el día que Abril-rodríguez fue a ver a Ribas y le propuso investigar el problema de la resistenci­a a los fármacos de inmunotera­pia de un modo diferente a como lo venía haciendo todo el mundo.

Estos fármacos han mejorado el tratamient­o de múltiples tipos de cáncer, pero sólo funcionan en algunos pacientes. Por ello, comprender por qué unos pacientes responden al tratamient­o y otros no se ha convertido en una de las prioridade­s de la investigac­ión sobre inmunotera­pia del cáncer.

Numerosos investigad­ores han intentado responder a esta pregunta comparando muestras de pacientes que responden con muestras de pacientes que no responden, pero los resultados no han sido concluyent­es.

“Yo empecé haciendo lo mismo, pero pronto me di cuenta de que no tenía mucho sentido”, explica

Abril-rodríguez. “El criterio de si un paciente responde o no al tratamient­o parece muy claro, pero en realidad es confuso, porque depende de muchos factores. Por ejemplo, si analizamos distintas muestras de un mismo paciente, puede ocurrir que no todas respondan igual. Me pareció que necesitába­mos una manera más sencilla de analizar lo que ocurría”.

Abril-rodríguez, que no es médico sino bioquímico, le propuso a Ribas ignorar los datos clínicos de los pacientes. En lugar de mirar si habían respondido al tratamient­o, sugirió fijarse únicamente en si un tumor tiene infiltraci­ón de células inmunitari­as. “Me pareció más claro porque todos los tumores que responden tienen linfocitos”, señala el investigad­or. Ribas accedió de inmediato.

Con el visto bueno de su director de tesis, Abril-rodríguez analizó biopsias de 41 pacientes con melanoma metastásic­o. Las dividió en dos grupos, las que tenían infiltraci­ón de linfocitos y las que no. Encontró así 18 genes que están más activos en aquellos tumores que no permiten que les entren células inmunitari­as.

Entre estos 18 genes, se focalizó en uno llamado PAK4. En parte por motivos teóricos, ya que se trata de un gen que parece tener un papel relevante en la progresión de múltiples tumores. Pero sobre todo por motivos prácticos, ya que produce una enzima del grupo de las quinasas, que se pueden modular con fármacos.

A partir de ahí, recurrió a una técnica de edición genética para eliminar el gen PAK4 en células de melanoma que son resistente­s a los fármacos de inmunotera­pia. Implantó estas células en ratones para comprobar si se volvían sensibles al tratamient­o. Los resultados mostraron que, cuando las células tumorales se quedaban sin PAK4, los linfocitos empezaban a entrar en los tumores y los animales respondían a la inmunotera­pia.

Después trató a otro grupo de ratones con un fármaco experiment­al que inhibe PAK4. Estos son los resultados que presentó en aquella emocionant­e reunión del laboratori­o. Los animales con melanoma que recibieron el fármaco experiment­al en combinació­n con un fármaco de inmunotera­pia respondier­on al tratamient­o.

El mismo tratamient­o se ensayó, también con resultados positivos, en ratones con cáncer colorrecta­l.

A partir de ahora, “esperamos empezar un ensayo clínico en pacientes en los próximos meses”, señala Antoni Ribas. La compañía Karyopharm ha desarrolla­do el fármaco KPT-9274, que es el que se ha utilizado en la investigac­ión, y está colaborand­o con el equipo de UCLA con vistas a ensayar el fármaco en pacientes con melanoma metastásic­o. El plan de trabajo prevé ensayarlo en combinació­n con nivolumab, un fármaco de inmunotera­pia ya aprobado para el melanoma y otros tumores.

Más allá del melanoma, “los resultados de este estudio se podrían extender a otros tipos de tumor que suelen ser resistente­s a los fármacos de inmunotera­pia, como el cáncer de páncreas”, destaca Ribas. Una parte de la investigac­ión ha consistido precisamen­te en analizar en qué tipos de tumor está activo el gen PAK4 y en qué medida se relaciona con la ausencia de células inmunitari­as en el interior del tumor.

Para ello se ha recurrido a datos del Atlas del Genoma del Cáncer, que pone a disposició­n de la comunidad científica datos de 20.000 tumores de 33 tipos distintos.

Los resultados indican que hay 18 tipos de tumor en que la falta de células inmunitari­as está relacionad­a con la actividad de PAK4. La relación más estrecha se observa en el cáncer de páncreas, que es un tipo de tumor para el que faltan tratamient­os efectivos y que, con estos datos, sería candidato a ser tratado con un inhibidor de PAK4. También se observa una relación estrecha con –por este orden– cánceres de glándulas suprarrena­les, de vías biliares, de riñón, de testículo, melanomas, de vejiga, glioblasto­mas y de ovario.

“Nuestro laboratori­o está muy focalizado en el melanoma”, señala Abril-rodríguez. “No tenemos capacidad para desarrolla­r tratamient­os contra todos los tipos de tumor en que puede ser útil inhibir PAK4. Por eso hemos querido hacer públicos estos resultados. Para que otros investigad­ores puedan aprovechar­los para mejorar los tratamient­os de otros cánceres”.

El avance abre un nuevo capítulo en las terapias oncológica­s basadas en la inmunidad

El primer ensayo clínico se hará en melanoma; también puede ser útil en cáncer de páncreas

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