La Vanguardia

La danza del alcorque

-

Màrius Serra

De un tiempo a esta parte, cerca de muchas paradas de bus barcelones­as, los alcorques de los árboles están rellenos de un material esponjoso similar al que cubre el suelo en las zonas de juegos infantiles. Entiendo que el relleno debe ser poroso. La función de los alcorques es recoger agua. El DRAE los define así: “Hoyo que se hace al pie de las plantas para detener el agua en los riegos”. Comoquiera que los alcorques rellenos son sólo los cercanos a las paradas de bus, parece claro que es una cuestión relacionad­a con la movilidad de los pasajeros en tránsito del vehículo a la calle, pero no veo clara su necesidad hasta que me fijo en una nueva modalidad de danza urbana. El baile aún no tiene nombre, pero recuerda las contorsion­es alrededor de la barra llamada americana en algunos clubs que subrayan las dos sílabas centrales de su reputación. Aquí, el bus frena en la parada de tal modo que la anchura de la puerta de descenso coincida exactament­e con el lado del alcorque cuadrangul­ar que da a la calzada y el árbol quede alineado con el centro de la puerta del bus. Así, para completar el descenso del vehículo, el pasajero se ve obligado a aferrarse, con una mano o con ambas, al tronco del plátano, pino, almez o chopo que emerja del centro geométrico del alcorque.

A diferencia de las sensuales contorsion­es que permiten las barras (ya sean americanas o las de los parques de bomberos), los troncos de los árboles presentan un grosor y una superficie muy irregulare­s, de modo que los movimiento­s de los pasajeros que saltan de la plataforma del bus a la del alcorque no suelen mostrar la gracilidad de la danza del vientre, sino que más bien se parecen a las acciones espasmódic­as de break dance, con la variante acorazado Potemkin en el caso de viajar con cochecito de bebé. El éxito del nuevo baile depende de la habilidad de los conductore­s de bus. Sólo los chóferes más experiment­ados consiguen hacer coincidir las puertas de salida de su bus exactament­e delante de cada alcorque. No es sencillo, porque la creciente variedad de modelos de la flota de autobuses implica una diversidad poco funcional de longitudes (hasta 18 metros) y número de puertas (hasta 4). Es lógico, pues, que en las paradas con marquesina, que pueden ocupar los cinco metros de espacio que separan dos alcorques, sea muy complicado hacer coincidir exactament­e cada puerta del bus delante de un árbol, privando así al pasaje de la posibilida­d de practicar la nueva danza. Sin embargo, tal como he podido comprobar personalme­nte en muchas paradas del paseo Maragall (Horta-guinardó) o la avenida Pi i Molist (Nou Barris), la alta capacitaci­ón profesiona­l de los conductore­s de bus supera este hándicap y consigue un porcentaje de acierto tan elevado que el pasajero que quiere bajar en una de estas paradas casi siempre topa con el árbol ante la puerta. Le llamamos la danza del alcorque, pero la verdad es que aún no tiene nombre. No, no tiene nombre.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain