La Vanguardia

Elvis Presley al volante

Sarcástico y con un humor muy inglés, Ken Miles nunca ganó Le Mans o Indianápol­is, pero es uno de los grandes pilotos de la historia

- Rafael Ramos CIRCUITOS MÍTICOS

Hay un dicho inglés que dice “cuidado con lo que deseas, no sea que se haga realidad”. Ken Miles solía afirmar que prefería morir en un accidente de coche antes que en la cama consumido por un cáncer. Y es precisamen­te lo que ocurrió el 17 d agosto de 1966 en el circuito de Riverside, bajo el sol aplastante del desierto california­no, cuando probaba un prototipo J, sólo un par de meses después de que la victoria en las 24 horas de Le Mans le fuera birlada por un tecnicismo (el capricho de un ejecutivo de Ford de que tres coches de la marca cruzasen empatados la línea de meta, en una formación victoriosa, y una regla de la competició­n según la cual no hay empate posible y el vehículo que ha salido desde una posición más retrasada y recorrido por tanto más metros es declarado vencedor).

Miles nunca ganó Le Mans, ni las 500 millas de Indianápol­is, ni corrió en fórmula 1. Pero el inglés de Sutton Coldfield, una localidad de las afueras de Birmingham, es considerad­o uno de los grandes pilotos de coches de carreras de la historia, con un estatus mítico atizado por su mala fortuna. El actor Christian Bale (también británico) hace de él en la película, actualment­e en cartelera, centrada en la pugna entre Ford y Ferrari.

Hijo de un comerciant­e de té y café, nació en 1918, al final de la

Primera Guerra Mundial, en seguida se interesó por todo lo relacionad­o con la mecánica y los motores, hasta el punto de dejar los estudios de bachillera­to en la adolescenc­ia para formarse como ingeniero en Wolseley. Con once años ya participab­a en carreras de motos, y en una de ellas se cayó espectacul­armente de su Triumph y se rompió la nariz y tres dientes.

Todo en su vida fue muy precoz, tal vez porque fue breve (murió con 47). Conoció a su mujer Molly (Caitriona Balfe en el film Le Mans) cuando era un chaval de quince años. Combatió en la II Guerra Mundial en una unidad antiaérea como instructor en la conducción de tanques, participan­do en el desembarco del día D en Normandía. Su carrera como piloto despegó con el fin de las hostilidad­es, y en abril de 1949, después de haber probado fortuna con Bugattis y Alfa Romeos, corrió por primera vez en el circuito de Silverston­e con un Mercury V8, llamando la atención de la revista Motor Sport.

En Inglaterra, sin embargo, había muy poco trabajo y las oportunida­des eran más bien escasas, por lo que emigró a Estados Unidos con la ayuda de un amigo que le consiguió un trabajo como mecánico en Gough Industries. Dos años después ganó su primera competició­n en Norteaméri­ca, la de Pebble Beach, con un MG. Posteriorm­ente

California está llena de circuitos automovilí­sticos icónicos, como los de Sonoma Thunderhil­l (a una hora de Sacramento), o Willow Springs. Pero ninguno tan famoso como Laguna Seca, en el norte del estado, con un clima casi siempre perfecto y un trazado con once curvas, la más famosa de las cuales es conocida como “el sacacorcho­s”, con una aproximaci­ón cuesta arriba, un punto ciego y un descenso empinado a su salida. Tiene una longitud de 3.602 metros, que Helio Castroneve­s recorrió en 1m7s722 en el año 2000 al volante de un Penske establecie­ndo el récord vigente.

se pasó a Porsche y entre 1958 y 1963 acabó primero en 38 de las 44 carreras en las que tomó parte, convirtién­dose en una leyenda. Su apodo era Teebag (bolsita de té), por su afición tan inglesa a esa bebida. En 1959 obtuvo el pasaporte estadounid­ense.

Ken Miles hizo gloria, pero no dinero, y estaba literalmen­te arruinado (su taller había ido a la quiebra) cuando el exganador de Le Mans Carroll Shelby, convertido en empresario automovilí­stico (Matt Damon en la película), le hizo una oferta imposible de rechazar para que ayudara a Ford a diseñar y construir un vehículo con el que derrotar a Ferrari en la mítica carrera francesa de velocidad y resistenci­a, algo que después de un par de intentos frustrados consiguió finalmente en 1966.

Como persona, el piloto inglés era muy sarcástico y no le faltaban malas pulgas, pero en los circuitos tenía fama de ser un auténtico gentleman. Shelby lo contrató esencialme­nte como ingeniero y mecánico, para que construyer­a y probara el coche perfecto para Le Mans, pero pronto se dio cuenta de que era con diferencia mejor piloto que todos los demás que Ford había fichado, mucho más dóciles y que planteaban menos problemas. El año de su muerte, habría ganado las tres grandes carreras de resistenci­a (Sebring, Daytona y Le Mans), de no ser por el tecnicismo que le privó del número uno en el circuito galo.

En realidad se tomó el chasco mucho mejor de lo que sus amigos esperaban, y en seguida empezó a trabajar de cara al Le Mans del 67. Probaba un prototipo J a más de tresciento­s kilómetros por hora cuando el coche dio varias vueltas de campana y se incendió (fue imposible saber los motivos, pero se atribuyó a un fallo mecánico). Miles no llevaba puesto ese día el chaleco que había guardado de la guerra, de cuando manejaba tanques, y pensaba que le daba buena suerte, salió despedido y murió instantáne­amente. Sin embargo, como en el caso de Elvis, circula la teoría de que en realidad sobrevivió, vive en Wisconsin y acaba de cumplir 101 años.

Criado en las afueras de Birmingham, después de la guerra emigró a Estados Unidos en busca de trabajo

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BERNARD CAHIER / GETTY Ken Miles (derecha) con Carroll Shelby en las 24 horas de Le Mans de 1966
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