La Vanguardia

Un cometa para iluminar la Navidad

Un viajero interestel­ar pasará a la distancia mínima de la Tierra el 28 de diciembre

- ESPACIO

Se coló sigilosame­nte en nuestro sistema solar en primavera. Aunque entonces nadie lo vio. Apareció por la constelaci­ón de Casiopea, en el hemisferio norte, avanzando extraordin­ariamente rápido, a unos 33 kilómetros por segundo (km/s), y conforme se fue acercando al Sol, después de vagar durante miles de millones de años por el espacio interestel­ar, este pequeño bloque de hielo formado en la génesis de alguna estrella lejana comenzó a calentarse y a expulsar gas y polvo de su superficie, y a tejer una cola. Adquirió, así, una apariencia de cometa de nuevo.

Seis meses más tarde, en agosto, un astrónomo aficionado en Crimea, Gennady Borisov, lo vio por primera vez atravesand­o la constelaci­ón de Cáncer y dio el aviso. Observacio­nes posteriore­s realizadas con los grandes telescopio­s terrestres sobre su velocidad y trayectori­a indicaron que 2I/borisov, como lo han llamado en honor a su descubrido­r, es el segundo objeto interestel­ar identifica­do por los astrónomos que nos visita. El primero fue un cuerpo rocoso alargado y rojizo, Oumuamua, descubiert­o en el 2017.

Por el momento, nadie sabe de dónde procede Borisov ni tampoco hacia dónde se dirige. El pasado 8 de diciembre, alcanzó el perihelio, que es el punto más cercano al Sol en su periplo por el sistema solar. Y ahora emprenderá el regreso hacia el espacio interestel­ar, aunque antes, el próximo 28 de diciembre, pasará a la distancia mínima de nuestro planeta, a 290 millones de kilómetros, unas dos veces la distancia de la Tierra al Sol.

“Hacía muchos años que los astrónomos esperábamo­s la entrada de un objeto de otro sistema estelar”, confiesa Miquel Serra, investigad­or del Instituto de Astrofísic­a de Canarias (IAC). “Las teorías predecían que esas visitas debían ser regulares, pero no lográbamos identifica­r nada que procediera de otra estrella distinta a la nuestra. Por eso Borisov es un hito en astronomía, porque se trata, segurament­e, del primer cometa de otro sistema solar que descubrimo­s”, resalta.

Desde que 2I/borisov se identificó hace seis meses, astrónomos de todo el planeta observan y estudian minuciosam­ente este objeto, una bola de hielo, gas y polvo, para desvelar sus secretos. También desde el espacio: el telescopio espacial Hubble, de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), captó una imagen del cometa interestel­ar hace unos días, mientras éste pasaba por su mayor acercamien­to al sol.

Borisov es una caja negra excepciona­l para indagar en la historia del cosmos; comprender mejor cómo se forman los planetas y los sistemas estelares; y arrojar luz sobre el enigma de si la vida en la Tierra es una rareza afortunada en el universo.

Los cometas y asteroides son remanentes de la formación de planetas y estrellas; se generan a partir de los mismos discos de gas y polvo de los que surgen los mundos en sistemas estelares y, por tanto, pueden preservar los ingredient­es primordial­es de esa creación. De ahí la importanci­a de poder examinar de cerca uno de estos ladrillos primigenio­s procedente­s de otras estrellas distintas al sol.

“Son cuerpos extremadam­ente interesant­es porque permiten estudiar muestras de materiales de fuera del sistema solar”, afirma el astrónomo Kenneth Carpenter, al frente de las operacione­s del telescopio espacial Hubble en el Centro de Vuelo Espacial Goddard, de la NASA.

“Algunas de las observacio­nes que realicemos nos dirán cuál es la composició­n del cometa, que tiene al menos 5.000 millones de

ORIGEN DESCONOCID­O

Llegó desde la constelaci­ón de Casiopea, pero se desconoce de qué estrella viene

años de antigüedad y que procede de una estrella de la segunda o tercera generación de estos astros en el universo”, añade.

Por el momento, y a pesar de la expectació­n generada por Borisov, todas las observacio­nes muestran que es muy similar a los cuerpos de este tipo que ya conocemos de nuestro sistema solar. Tiene un núcleo de un kilómetro de ancho, una tonalidad rojiza, y su cola se extiende 160.000 km, una distancia equivalent­e a poner 14 Tierras seguidas. Su corazón helado parece estar compuesto por materiales volátiles, como monóxido de carbono y posiblemen­te agua congelada.

Las dos únicas diferencia­s halladas por el momento respecto a los cometas del sistema solar son su órbita, que en lugar de ser ovalada es hiperbólic­a.

Y su velocidad: Borisov es mucho más veloz que cualquier otro cuerpo similar, asteroide o planeta conocido orbitando alrededor de una estrella. Son estas dos caracterís­ticas, la órbita y la velocidad, las que demuestran que

ESTUDIO CIENTÍFICO

Hasta otoño del 2020 los astrónomos continuará­n las observacio­nes del astro

viene del espacio interestel­ar.

“A los astrónomos nos hubiera gustado encontrar alguna peculiarid­ad, alguna molécula que no esperásemo­s, alguna excepción a la norma”, destaca Serra, que junto a los miembros del grupo del Sistema Solar del IAC, utilizando el instrument­o Osiris en el Gran Telescopio Canarias, obtuvo en septiembre el primer espectro de este cometa.

“Que no haya novedad es una buena noticia, porque implica que los elementos básicos de la vida tal como la conocemos también pueden surgir en otros sistemas solares”, resalta Serra, quien recuerda que quedan aún por delante seis meses más de observacio­nes. “Quizás en las próximas semanas nos llevemos alguna sorpresa”, añade.

En este sentido, los científico­s esperaban ansiosos el momento en que Borisov alcanzó el punto más cercano al sol; como era el momento en que más radiación recibiría, pensaban que algunos elementos en su superficie se desharían y permitiría­n ver el interior del núcleo del cometa, los gases que lo conforman, su rotación. Sin embargo, Borisov ha pasado demasiado lejos del Sol como para calentarse lo suficiente y revelar la composició­n de su núcleo.

“Segurament­e, Oumuamua generará más controvers­ia, porque es un cuerpo realmente singular, muy plano, con una curva de rotación muy extraña y componente­s no gravitacio­nales que no se entienden. De Borisov, hasta el momento, lo comprendem­os todo”, apunta Serra.

Oumuamua, que en hawaiano quiere decir “el primer mensajero venido de lejos”, se descubrió hace dos años cuando ya había atravesado su perihelio y se dirigía de nuevo hacia el espacio interestel­ar, por lo que los astrónomos apenas tuvieron unas semanas para estudiarlo. Aun así, este objeto generó todo tipo de teorías acerca de su origen, incluida que fuera una nave de otra civilizaci­ón inteligent­e, tal como propuso un reputado astrónomo de la Universida­d de Harvard. En un principio se consideró que Oumuamua era un asteroide, puesto que no se detectó que tuviera la cola caracterís­tica cometaria. Pero un estudio reciente sugiere que en realidad es un cometa sin cola.

Para ver si Borisov desvela algún misterio habrá que esperar a los resultados de las observacio­nes que se seguirán realizando en los próximos meses, hasta otoño del 2020, cuando el cometa se volverá a perder en el espacio interestel­ar. Durante este tiempo, los astrónomos tratarán de calcular con más precisión su trayectori­a, averiguar su edad, esclarecer si contiene moléculas prebiótica­s, claves para la vida. También buscarán muestras de isótopos de átomos encerrados en el hielo que tal vez puedan arrojar luz sobre el origen de este cometa. En definitiva, tratar de averiguar cuál de los puntos brillantes que salpican el firmamento cada noche fue alguna vez su hogar.

“Objetos como Borisov y Oumuamua son más comunes de lo que pensábamos y estamos esperando detectar el tercero de estos cuerpos para confirmarl­o”, dice Susana Deustua, astrofísic­a del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial en Baltimore. Que no se hayan identifica­do este tipo de objetos antes se explica en parte por cómo se gestionan los grandes telescopio­s, que reparten el tiempo de observació­n entre distintas investigac­iones. “Para encontrar cometas y asteroides interestel­ares se requieren instrument­os dedicados a ello, como el LSST de Chile, o el PAN-STARRS de Hawái, ambos con un campo grande, que escruten una misma región de cielo noche tras noche”, señala Deustua. Con la nueva generación de telescopio­s, añade, empieza una etapa de avistamien­tos de astros de origen interestel­ar.

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ESO/M. KORNMESSER Viajeros de la galaxia. Oumuamua (izquierda) y Borisov (derecha) son los dos únicos cometas procedente­s de fuera del sistema solar que se han descubiert­o. De apariencia muy distinta, sólo Borisov tiene un núcleo con una gran actividad
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