Tsunami Democràtic va al fútbol
El Govern de la Generalitat garantizará la asistencia del público al partido de fútbol entre el Barça y el Real Madrid, previsto para el miércoles 18 en el Camp Nou. Así lo aseguró ayer la portavoz del Govern, Meritxell Budó, tras el Consell Executiu, agregando que la Generalitat garantizará asimismo el derecho de manifestación.
En circunstancias normales, esta garantía parecería innecesaria: es obligación de los gobiernos defender los derechos de todos los ciudadanos, sea cual sea su orientación política. Pero en la actual coyuntura catalana, marcada entre otras peculiaridades por el acusado partidismo con que el presidente de la Generalitat ejerce su cargo, es pertinente y es bienvenida. En especial porque antes de la intervención de Budó, Tsunami Democràtic, la organización acéfala y de liderazgo oculto que organiza movilizaciones contra la sentencia del Supremo relativa al procés, había convocado una concentración alrededor del Camp
Nou cuatro horas antes del mencionado partido de fútbol. El propósito de tal convocatoria es aún impreciso. No se sabe si se pretende impedir el normal desarrollo del encuentro entre Barça y Madrid, con las indeseadas consecuencias deportivas que esto podría tener para el club azulgrana, o si, simplemente, se trata de aprovechar la expectación global que genera el clásico para usarlo como caja de resonancia de las reivindicaciones independentistas. Acaso ni Tsunami Democràtic pueda o quiera explicarlo ahora. Pero teniendo en cuenta su querencia por los bloqueos, no es descartable que su acción intente dificultar el normal desarrollo del clásico, un hito central en el calendario anual de los mencionados equipos y de sus aficiones. En una sociedad ya muy estresada, introducir nuevos elementos de tensión como este no es buena idea. La chispa puede saltar en cualquier momento y la situación, descontrolarse.
Todo lo relacionado con este clásico futbolístico ha propiciado, en un marco político ya de por sí convulso, actitudes discutibles. La primera fue la de Javier Tebas, entonces presidente de Laliga, que decidió que dicho partido inicialmente previsto para el 26 de octubre debía aplazarse para evitar desórdenes. Más que evitar este tipo de problemas, la decisión de Tebas animó a los activistas a convertir el clásico pospuesto en un ruidoso vehículo para sus reivindicaciones.
Tampoco nos parece prometedora la actitud de Tsunami Democràtic, que tiene derecho a sus propias ideas políticas pero no puede olvidar que en una democracia el escenario idóneo para el debate es el Parlamento, ni puede hacer pagar por esas ideas sistemáticamente al conjunto de la ciudadanía. Eso fue ya lo que ocurrió con el bloqueo del aeropuerto de El Prat, el 14 de octubre, que obligó a cancelar unos cien vuelos. Y lo que pasó con el corte de tres días de la AP-7 –que une España y Francia–, que causó importantes pérdidas sociales y económicas.
Tsunami Democràtic suele escudarse en la supuesta excepcionalidad del momento político catalán para tratar de justificar sus acciones. Al tiempo, intenta enlazarlas, unas tras otras, creyéndose con el derecho de imponer siempre a todos su voluntad, diciéndonos cuándo podemos hacer una cosa –viajar, ir al fútbol, etcétera– y cuándo no. Es algo inadmisible. Como lo es que justifique ahora sus acciones reclamando un diálogo entre el independentismo y el Estado español, cuando este ya se da: ayer PSOE y ERC volvieron a reunirse, por tercera vez (oficial) en pocos días.
A Tsunami Democràtic quizás le parezca normal ir programando un rosario indefinido de movilizaciones, más simbólicas que efectivas. Pero debería reparar en que incomodar a menudo al conjunto de la ciudadanía, cuando incluso una parte importante del independentismo apuesta ya por el pragmatismo y la gradualidad, no le reportará nuevos apoyos.
Introducir nuevos elementos de tensión en una sociedad ya muy estresada no es buena idea