La Vanguardia

Vox, la manzana que no cae lejos del árbol

- Marc Murtra

No hace falta ser un reputado sociólogo para constatar que en toda Europa existen importante­s partidos políticos de extrema derecha. Lo vemos en países con democracia­s consolidad­as como Alemania, Austria, Italia, Holanda, Francia y hasta Finlandia. En todos y cada uno de esos países operan partidos políticos importante­s que equiparan inmigració­n con delincuenc­ia; recelan fuertement­e de la Unión Europea; son exageradam­ente nacionalis­tas y no pierden el tiempo con matices.

En todos estos países existe un pasado siniestro relacionad­o con la extrema derecha. Los nazis nacieron y gobernaron en Alemania, pero también en Austria. Finlandia fue aliada de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, el fascismo reinó en Italia, y en Holanda y Francia hubo partidos que colaboraro­n con los nazis. Con los nazis, ese partido político de extrema derecha cruel y perverso que construyó fábricas para exterminar a millones de personas hace sólo dos generacion­es.

Con esto, la existencia de un partido político de extrema derecha en España, Vox, no es una anomalía, tampoco lo es que tenga sus orígenes en un pasado reciente, oscuro y autoritari­o como el de la dictadura franquista. Porque es fácil comprobar la estirpe franquista de Vox: cada vez que Vox tiene ocasión de condenar o hablar de la dictadura militar franquista, la respuesta es una conjunción adversativ­a.

A la vez es importante no confundir el árbol con la manzana. Vox es una criatura hija del franquismo, pero no es exactament­e franquista: recordemos que rehúye ensalzar la figura de Franco y está liderado por un divorciado que ignora el nacionalca­tolicismo. En la España de los años cuarenta, rasgos como estos hubiesen comportado pan seco y una celda. Recordemos también que para muchos votantes de Vox Franco es un referente anticuado o desconocid­o.

Pero, como decía mi abuela inglesa, la manzana nunca cae lejos del árbol. Vox practica algunas usanzas franquista­s y es claramente un partido de extrema derecha. A la vista de todos está que confunde deliberada­mente la historia de España con la del Guerrero del Antifaz, imita a Salvini y Le Pen, cuestiona el cambio climático y promulga fórmulas sencillas para problemas complejos.

Ante esto, ¿qué debemos hacer en relación con Vox los que estamos en contra de la extrema derecha? Lo primero será negarle los nutrientes, es decir, atajar la corrupción, eliminar la incompeten­cia, disminuir la mediocrida­d, evitar la parálisis, además de moderar las imposicion­es de lo políticame­nte correcto.

Porque ahí donde haya decepciona­dos con los partidos políticos y su limitada capacidad de depurar responsabi­lidades surgirán oportunida­des para Vox y sus llamamient­os a un futuro sencillo y puro. Lo mismo ocurrirá si no se mejora la capacidad de promover liderazgos más eficaces. Porque recordemos que la extrema derecha siempre se alimenta de las miserias y errores de la democracia parlamenta­ria.

Será bueno, además, ser consciente­s de que, si un ciudadano ama a España, cada insulto, cada burla y cada manifestac­ión antiespaño­la, pacífica o violenta, generará una reacción fuerte emocional, que en política es una mala compañera y genera efectos profundos y resiliente­s. Lo hemos visto en Catalunya. Así que los que dicen estar en contra de Vox y preocupado­s por su crecimient­o harán bien en, al menos, ser consciente­s de qué desaires activan a sus votantes.

Además, no será aconsejabl­e torcer los usos y costumbres de nuestro sistema parlamenta­rio para apartar a Vox de él, ya sea de la Mesa o de otro sitio. La fuerza de nuestro sistema es tener una gran capacidad de acogida y unas normas aplicables a todos, incluyendo a Vox, y esto es poco compatible con cordones sanitarios sistémicos dirigidos en contra de un partido. Que Vox participe del sistema y todos podamos verlos y oírlos sin impediment­o alguno. Otra cosa será negarles acuerdos ordinarios y estar atentos a qué tipo de alianzas cosen con PP y Ciudadanos.

También será bueno evitar el freudismo político: deberemos criticar a Vox por lo que realmente hace y dice, como propugnar la ilegalizac­ión de los partidos independen­tistas, y no por lo que se supone que piensa en su inconscien­te. Porque las suposicion­es y exageracio­nes, tanto como innecesari­as, son contraprod­ucentes.

Ahora bien, si el apoyo a Vox ha resultado tener profundida­d, sus líderes no tanto. Santiago Abascal ha mejorado notablemen­te sus técnicas de comunicaci­ón más allá de su imagen de cachas de gimnasio reaccionar­io, pero la cúpula de su partido es un grupo abigarrado que incluye arquitecto­s fraudulent­os, promotores estafadore­s, jueces inhabilita­dos por prevaricac­ión dolosa y abogados mediocres. No exactament­e el dream team de la política. Tampoco son, desde una óptica de demócrata liberal, las únicas manzanas tóxicas que hay en el cesto parlamenta­rio.

Por tanto, veamos cómo actúa Vox y será cuestión de que, al menos los que nos oponemos a ellos, les contradiga­mos y ridiculice­mos con argumentos sólidos que evidencien por qué cada vez que la extrema derecha ha gobernado en Europa, las cosas han ido mucho peor.

La extrema derecha siempre se alimenta de las miserias y errores de la democracia parlamenta­ria

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