El pintor de la elegancia
Rossend Casanova y Manel Terrón recuperan la obra de Manuel Cusí, artista de finales del siglo XIX que retrató a la burguesía catalana
Para reflejar al detalle la atmósfera del Liceu, el pintor Manuel Cusí (Vilanova i la Geltrú, 1857-Barcelona, 1919) hizo reconstruir un palco del gran teatro barcelonés en su taller del paseo de Gràcia. Primero tomaba apuntes del natural en el Liceu, del que era gran aficionado como buen wagneriano, y luego sentaba a sus modelos en ese palco que iluminaba a su gusto hasta encontrar la armonía deseada.
Gran parte de la producción artística de Manuel Cusí se centró en retratos de figuras femeninas, en el Liceu o en espacios privados, tal como queda reflejado en libro Manuel Cusí. Devoció per la bellesa, con textos de Rossend Casanova y editado por Manel Terrón i Cusí, biznieto del artista, que se publica con motivo del centenario de su fallecimiento. Un volumen bien documentado que recoge más de un centenar de óleos y muchas de las críticas que obtuvo en su momento. Sirve para sacar del olvido a un pintor al que perjudicó la eclosión de las vanguardias a principios del siglo XX y el monopolio de Ramon Casas y Santiago Rusiñol sobre una espléndida generación de pintores figurativos. Y aún así gozó de gran popularidad y éxito mientras vivió, como lo demuestra que expuso a menudo en la sala Parés y en el salón Robira, vendió incluso en Argentina y México y su obra fue generosamente reproducida en La Ilustración Artística o el Álbum Salón. Fue amigo de Casas –que le hizo un retrato–, Mir, Cusachs, Galwey, Meifrén, Urgell, Masriera... y vicesecretario de la sección de bellas artes del Ateneu Barcelonès. Se convirtió en retratista de la burguesía catalana y recibió encargos como el de la Diputación de Barcelona,
en 1897, para pintar a Alfonso XIII (obra conservada en el MNAC).
Rossend Casanova explica que la recuperación de Manuel Cusí empezó con la exposición y el catálogo que organizó Isabel Coll Mirabent para el museo Víctor Balaguer de Vilanova i Geltrú en 1999. Desde entonces ha empezado a aflorar parte de su obra que estaba muy repartida. Sus propios descendientes han recuperado cuadros en subastas y galerías. Otro hecho que ha dificultado su conocimiento es que se ha perdido el registro que llevaba de sus obras y la correspondencia con otros coetáneos. Pero se ha localizado un cuaderno de apuntes, algunos de sus primeros trabajos en Llotja y piezas tan especiales como una paleta gigante en la que artistas como el propio Cusí, Matilla, Cusachs, Graner y Roig i Soler plasmaron pequeñas pinturas.
Josep Cusí, nieto del artista, no llegó a conocerlo pero recuerda anécdotas que le contaba la abuela. Como el cuadro sobre un señor de Barcelona con dos amigas del Liceu que alguien hizo repintar para evitar el escándalo ... y puso una dama desconocida para tapar la figura masculina.
Casi nunca pintó paisajes, excepto una vez que se retó con Baixeras, y en los últimos años utilizó a su hija Núria como modelo en magnificas piezas como Interior de cuina, que pinta en Tossa de Mar, La filla del mar o Llegint. Su muerte prematura le afectó profundamente y en los escasos meses que le sobrevivió se dedicó a pintar unos sombrías bodegones.
Como señala Isabel Coll en el prólogo, sus obras “brillan por la elegancia del dibujo, la armonía del color y el efecto lumínico que envuelve y une la escena”. Un efectismo del gusto de una época y que ahora se recupera.
Manuel Cusí pintó casi siempre retratos de mujeres, incluida su hija, en el Liceu o en espacios interiores