La Vanguardia

Los puertorriq­ueños se instalan en la calle por miedo a los seísmos

- NUEVA YORK Correspons­al

Los residentes de Puerto Rico no ganan para sustos. Este sábado se registró un nuevo seísmo, esta vez de magnitud 5,9 que ha incrementa­do los daños en zonas de la costa sur de la isla principal ya castigadas por una oleada de terremotos que tuvo su punto álgido el lunes con uno de 6,4, el más fuerte en más de un siglo.

Desde ese día, dos terceras partes de la isla se hallan sin suministro eléctrico y unos vecinos que llevan el miedo dentro. La naturaleza les ha castigado severament­e estos dos últimos años, después de que en el 2017 los huracanes Irma y, sobre todo, María asolaran el archipiéla­go.

Las autoridade­s se entregaron este sábado para que los miles de afectados en el suroeste recibieran la atención necesaria. Muchos se han instalado en las calles por el temor a más réplicas que provoquen nuevos derrumbes.

El gobierno local y las agencias federales estadounid­enses –la gobernador­a Wanda Vázquez ha estado en contacto con el presidente Donald Trump– trabajan conjuntame­nte para aliviar la precaria situación de estas personas, que desde el martes viven en las aceras, una vez que sus casas quedaron dañadas, ante la incertidum­bre de que los refugios (polideport­ivos y escuelas) cedan a los temblores que se repiten desde el pasado 28 de diciembre.

Las 200.000 viviendas que se han edificado en estas últimas décadas sin control oficial parecen presa fácil de unos temblores reiterados y con una magnitud desconocid­a en la isla.

Al margen de la insegurida­d vital, este nuevo seísmo, el segundo más fuerte de todos los registrado­s, ha provocado un empeoramie­nto del suministro eléctrico. La informació­n de nuevos cortes se registró por toda la zona suroeste. Existía la posibilida­d de que las plantas generadora­s hubieran sufrido más perjuicios de lo que ya padecieron el lunes, cuando fueron muy afectadas.

Una vez que se constató la devastació­n del María, el Gobierno federal de Estados Unidos propició una inversión de unos 2.000 millones de dólares para reparar las líneas de transporte eléctrico. Se suponía que esta reparación evitaría otro apagón de dimensión épica.

Sin embargo, la sucesión de terremotos, con especial virulencia el del pasado lunes, ha hecho que la isla se haya quedado en gran parte a oscuras. Este vez no falló el tendido. En esta ocasión el problema ha surgido en las obsoletas plantas de producción. La principal, Costa Sur, no regresará al servicio en al menos un año.

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